El sudafricano Achmat Hassiem se motiva en la piscina paralímpica imaginando que un tiburón lo persigue… el mismo que le arrancó media pierna hace una década.

La vida de Hassiem ha estado inexorablemente relacionada con los tiburones desde aquel día en Ciudad del Cabo cuando un gran escualo blanco lo agarró durante un simulacro para salvavidas.

El tiburón casi lo mata aquel día, pero esa lesión lo impulsó a los Juegos Paralímpicos que se disputan en Río de Janeiro.

Y la semana que viene, cuando terminen sus terceros y últimos Juegos, comenzará una nueva carrera: un defensor de la sobrepesca de estos animales.

“Mi sobrenombre es el ‘chico tiburón"”, dijo a la AFP el martes después de competir en los 100 m libres.

“Mi hermano dice que es un título que suena a superhéroe y quiero pensar que lo es”, añadió.

Cuando Hassiem, de 34 años, se quita su prótesis, adornada con los colores sudafricanos, y entra en la piscina azul, no puede no pensar en el momento en que tomó lo que pudo haber sido la última sumergida de su vida.

“De hecho uso ese miedo para competir”, indicó. “Me imagino a un gran tiburón blanco de 4,7 metros guiándome por el carril y presionándome para tratar de salir primero”, señaló.

Pensé que era un delfín

Fue el 13 de agosto de 2006, cuando tenía 24 años que Hassiem y su hermano menor Tariq estaba haciéndose pasar por víctimas en un ejercicio para salvavidas en la playa Muizenberg.

Cuando esperaba para ser rescatado por un bote, notó que un triángulo gris se acercaba a su hermano.

“Pensé que era un delfín, un delfín o una foca. Decidí chequear debajo del agua”, recordó.

Al salir a la superficie, sólo gritó: su hermano estaba en el camino de un tiburón.

Y temiendo que el bote no llegaría a tiempo, Hassiem comenzó a golpear el agua para tratar de desviar la atención de Tariq. El plan funcionó, su hermano estaba a salvo.

Hassiem, no obstante, tuvo que pelear por su vida.

“En cuestión de segundos estaba cara a cara con el tiburón”, siguió. Luchando para mantenerse lejos de la boca, incluso trató de montarse en el lomo para darse cuenta que su pierna derecha no se movía.

“Fue ahí cuando vi que la mitad de mi pierna estaba ya en la boca del tiburón”, señaló.

El tiburón arrastró Hassiem bajo el agua por unos 50 metros, distancia que por cierto, es la misma de la piscina olímpica.

Sólo cuando el animal le arrancó la pierna, pudo volver a la superficie, casi ahogado, y ser rescatado.

Sueños arruinados, nuevo significado

Hassiem se recuperó, pero sin su pierna se desintegraba el sueño de convertirse en jugador profesional de fútbol.

Fue ahí cuando la sudafricana Natalie Du Toit, que ganó varias medallas paralímpicas, le recomendó la piscina. No hubo vuelta atrás.

“Me adueñé de la piscina como el tiburón del océano”, bromeó.

Hassiem compitió en Pekín-2008, en Londres-2012, donde ganó bronce, y ahora en Río cerrará su carrera.

“Ahí viene la parte loca”, anunció entre risas. Naciones Unidas lo nombró el año pasado guardián global de los tiburones.

“Implica trabajar para proteger a los tiburones en todo el mundo, algo así como un defensor o embajador de los tiburones”, explicó este atleta, alto y amigable.

Lejos de albergar odio o rabia por el animal que casi le quitó la vida, se siente en el deber de detener la sobrepesca que está destruyendo poblaciones de tiburones y amenazan con interrumpir la cadena alimenticia del océano.

“Las estadísticas son terribles. Unos 100 millones de tiburones son asesinados cada año y bueno, más humanos son asesinados por una tostadora que por un tiburón”, señaló.

Y viendo como su vida cambió desde aquel día aterrador no duda en decir: “tengo que devolver a los tiburones lo que los tiburones me dieron a mi”.