Habían más de 30 grados y una humedad tremenda en Barranquilla, pero Juan Antonio Pizzi no destiñó. El entrenador de La Roja salió al campo de juego con su traje de mil batallas, aunque la camisa y la corbata casi ‘matan’ al pobre seleccionador.

Y es que con el pasar de los minutos al entrenador se le vio igual de cansado que sus dirigidos, el calor lo tenía incómodo. Pero el saco seguía intacto.

Se tocaba la cabeza, se limpiaba la frente. Hasta refrescó su melena con una botella de agua. Aún así la corbata y la camisa no se movieron, cual reflejo del esquema táctico que paró ante los colombianos.

Ahora sabemos que nuestro entrenador es un hombre de buen vestir. “Antes muerto que sencillo”.

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