El Liverpool dio lo que para muchos fue una sorpresa y dejó tambaleando sobre las cuerdas al Manchester City en la Champions League. Las dagas de Alex Oxlade-Chamberlain, Mohamed Salah y Sadio Mané destrozaron a los celestes en Anfield Road. Así, el multimillonario proyecto del “City” enfrentará hoy una prueba de carácter para demostrar que Europa también puede caer en sus manos. Los antecedentes, eso sí, no son halagüeños: solo dos equipos en la historia de la competencia han logrado remontar una diferencia de tres goles.

La Coruña dio el batacazo ante el Milán

El AC Milán de Carlo Ancelotti dominaba Italia en 2004 y buscaba su segunda “orejana” consecutiva tras vencer en definición a penales a la Juventus el año pasado. Los grandes del continente fueron cayendo sorpresivamente, el camino parecía allanado para los rossoneri, más cuando la tómbola los enfrentó con el Deportivo La Coruña en cuartos de final.

El gol del uruguayo Walter Pandiani no alcanzó a congelar San Siro. Un Kaká pletórico guio a los italianos, que acabaron ganando 4-1 con un doblete del brasileño. La vuelta en Galicia asomaba como un trámite burocrático, la serie estaba sentenciada. Pero una aceitada máquina blanquiazul arrasó con todo en Riazor. Pandiani abrió el marcador, Valerón aumentó con un cabezazo y antes del descanso Luque coronaba la remontada.

Andrea Pirlo, incapaz de hacer pie y sobrepasado por el ritmo frenético de los locales, dio unas declaraciones que algunos interpretaron como una acusación de dopaje: “Cuando el árbitro señaló el descanso, se fueron corriendo hacia el vestuario como si fueran Usain Bolt. No eran capaces de estar quietos”. Si bien el Milan era el que tenía que salir a buscar el partido, el “Depor” ni siquiera le dio oportunidad. Siguió martillando la portería de Dida hasta que a quince minutos del final Fran remató la serie.

La mejor noche de Neymar como blaugrana

El FC Barcelona no venía jugando bien y fue desnudado en Francia. Unai Emery, en su primera temporada a cargo del Paris Saint Germain y con la ambición de poner su nombre entre los mejores del continente, diseñó una estrategia de presión alta y transiciones rápidas que demolió a los catalanes. Ángel Di María y Julian Draxler imponían vértigo en las bandas. Marco Verratti controlaba el juego desde el mediocampo y Edinson Cavani aguardaba atento para machacar. El partido acabó 4-0. El conjunto culé casi no pateó al arco, ni sus grandes estrellas pudieron salvarlos en esa infernal noche parisina.

Solo el Barca creía. Nadie había dado vuelta una serie con un marcador así. El primer tiempo fue eléctrico. Luis Suárez puso el primero, el árbitro se comió una mano de Javier Mascherano que era penal e Iniesta provocó un autogol de Kurzawa. Recién iniciado el segundo tiempo, Neymar cayó en el área y el árbitro pitó. Lionel Messi no falló y puso a los suyos a uno de la hazaña. Sin embargo, un zapatazo de Cavani derrumbó el sueño blaugrana. El gol del charrúa obligaba a tres del cuadro culé. Aguijoneados por el tic tac del reloj y con el espíritu mermado, el equipo de Luis Enrique siguió buscando.

Faltaban dos minutos para que el partido se acabara y el marcador seguía igual. La gente se iba. Un golazo de tiro libre de Neymar solo pareció el moño para una actuación magnífica, pero insuficiente.

Cuando todo parecía sentenciado, Suárez sintió un roce y se dejó caer. Otro penal y Neymar lo cobró. Una euforia efervescente impregnó todo el Camp Nou. Ter Stegen dejó su arco y se fue a jugar de medio centro. Sus compañeros se apelotonaban en los últimos 25 metros de la cancha.

En la última jugada del partido, Neymar envió una pelota bombeada al área que Sergi Roberto alcanzó a puntear tirándose al piso Locura. Éxtasis. Felicidad. El Barca, de la mano del brasileño que hoy milita en el PSG, le cambió el final a una historia que parecía escrita.