Helio Neto está inmerso en una pesadilla horriblemente vivida. Viaja en un avión bajo una lluvia impetuosa. La aeronave se apaga y cae en una montaña. Entre los restos, de alguna manera, logra levantarse. Al despertar, le contó a su esposa. Quedaban un par de días para que su equipo, el Chapecoense, viajara hasta Colombia para jugar la final de la Copa Sudamericana ante el Atlético Nacional de Medellín y él estaba nervioso, preocupado de que esa pesadilla fuese una premonición.

El modesto club de Santa Catarina estaba escribiendo una novela épica el segundo semestre del 2016. Una historia romántica, de jugadores sin nombre, pero con orgullo, de un equipo sin galones y sin miedo de batirse a los colosos del continente. San Lorenzo, Independiente de Avellaneda y Junior sucumbieron ante la pasión verde de los brasileños. La pequeña ciudad era una fiesta. La plantilla vivía un sueño. Los dirigentes hacían planes a futuro.

Sin embargo, y a pesar de estar viviendo uno de los momentos más felices de su vida deportiva, a Neto lo seguía martillando la pesadilla que tuvo. Antes de viajar llamó a su esposa y le pidió que orara por él.

La hoja de ruta tenía contemplada una escala en Santa Cruz. Desde suelo boliviano volarían hasta Colombia. La primera parte se desarrolló sin incidencias. Los jugadores embarcaron sin problemas en Santa Cruz. Todo era risas arriba del avión. El lateral derecho, Alan Ruschel, hacía trucos con las cartas, cantando y escuchando pagode (música brasileña similar a la samba) con sus compañeros. Las horas avanzaron rápido.

Ya faltaba poco para aterrizar. Las luces del avión se apagaron y la alegría cedió a la incredulidad y al desespero. El piloto no decía nada desde la cabina. La azafata apareció por el pasillo pidiéndole a todos que se abrocharan los cinturones. Helio Neto, como muchos más, le pedía a Jesús que fuese misericordioso con él y sus compañeros. Otros clamaban por información. “¡Alguien díganos algo por favor! ¡Dennos alguna información!”.

El avión cayó. Todo se volvió oscuro. El arquero Jackson Follmann despertó en el bosque sin entender nada, escuchaba a sus compañeros pidiendo ayuda, aunque no podía ver nada, algo que hoy agradece. Se dormía y despertaba. La luz de una linterna lo trajo de vuelta a la realidad. Un rescatista le dijo que estaba a salvo y lo ayudó a levantarse. Sintió un dolor brutal. Había perdido su pie derecho y el izquierdo colgaba de los tendones. Lo llevaron a una colina fangosa. Allí le dieron una gota de agua y se desmayó.

Cuando Alan Ruschel despertó en el hospital lo primero que dijo fue: “¿Es verdad?”. Su papá y el doctor acordaron decirle que el avión había hecho un aterrizaje de emergencia, pero que él, Follman y Neto estaban bien. El ex lateral del Inter de Porto Alegre pensó que solo ellos tres tenían lesiones y se lamentó por el partido. Al día siguiente le dijeron la verdad. Su pareja cuenta que se pasó todo el día mirando la nada.

Neto fue el último en ser rescatado. Las brigadas iban a abandonar la zona cuando uno de ellos dijo sentir un ruido. Los demás le respondieron que era su imaginación. Él insistió. Bajo una pila de latas y ramas de árboles, estaba el defensor. Todo roto y sin entender nada. Le comunicaron que se había lesionado durante el partido.

Al poco tiempo, Neto despertó y vio su cuerpo lleno de cortes. Preguntó qué tamaño tenía el tipo que lo había dejado así e incluso barajó la posibilidad de que los hinchas del Nacional hubiesen invadido la cancha para lincharlos. En ese momento, se percató de que su padre estaba sentado en una silla y supo que le estaban mintiendo. Le preguntaron si se acordaba de su sueño. El psicólogo salió llorando de la habitación. El doctor le dijo que todo se había convertido en realidad.

De los 68 pasajeros y 9 tripulantes que iban en el vuelo 2933 de LaMia, solo seis sobrevivieron. Ruschel, Follmann, Neto, el periodista Rafael Henzel, la sobrecargo Ximena Suárez y el técnico de vuelo Erwin Tumiri. Futbolistas, dirigentes, cuerpo técnico, reporteros y pilotos fallecieron en el momento. El portero Danilo, ídolo del cuadro verde, murió en el hospital luego de llamar a su esposa y pedirle que cuidara de su hijo. El avión tenía problemas eléctricos y no llevaba suficiente combustible para el viaje. Los responsables de la aerolínea fueron encarcelados.

La tragedia conmovió al fútbol. Muchos estadios se tiñeron de verde y brazaletes negros asomaron en brazos de futbolistas de todo el mundo. Desde todos lados llegaron condolencias y promesas de ayuda que en pocos casos se cumplieron. La Conmebol declaró campeón de la Sudamericana al Chapecoense y la ciudad despidió en un funeral masivo a sus malogrados ídolos. El próximo 28 de noviembre se cumplirá un año del accidente. Este es el presente de los tres futbolistas que le escaparon a la muerte. Tres hombres que tratan de aprender a vivir con sus heridas abiertas.

Alan Ruschel

El lateral derecho (28 años) salió como capitán al césped del Camp Nou el último siete de agosto. Atrás quedaban una fractura de vértebra que estuvo a milímetros de dejarlo cuadripléjico y varias heridas en su abdomen. Aunque lleva diez años como profesional, sentía que estaba debutando de nuevo. Cambió banderines con Andrés Iniesta, acompañó a Neto y Follman a hacer el saque inicial y se instaló con desparpajo en la banda derecha. Jugaba como si nada hubiera pasado, como si el reloj se hubiese detenido ocho meses atrás, pero al ver que lo iban a cambiar cerró los ojos, se arrodilló y apuntó sus dedos índices hacia el cielo. En la cancha era aplaudido por sus colegas y en las gradas por la afición blaugrana. Al final del partido, cambió su camiseta con Lionel Messi.

“Jugaré por todos aquellos que me ayudaron, por todos los que perdí, por mis amigos, mi familia, Marina (su novia), por ti. Hoy es el día de mi recomenzar profesional, día de celebrar la vida”, escribió en su cuenta de Instagram tras finalizar el partido.

La mente de Ruschel bloquea muchas imágenes de aquella noche. Recordar puede ser doloroso. “El momento más difícil fue cuando empezó a asentarse lo que realmente había sucedido. Cuando empecé a mejorar, y ya no estaba sedado, comencé a notar que las personas que amaba ya no estaban allí. Yo era muy cercano a Danilo, nuestro portero, y su esposa Leticia, y su hijo, Lorenzo. Cuando me di cuenta de que Danilo se había ido… fue el momento más doloroso para mí. Fue indescriptible. Danilo era un tipo muy especial en mi vida, y pienso en él todos los días”, rememoró.

Jackson Follmann

Follmann va hacia su derecha y luego a su izquierda para contener los remates que desde distintos ángulos le lanzan los entrenadores de arqueros del Chapecoense. Una y otra vez, sin parar. Hace una semana volvió a pararse bajo los tres palos y, a sus 24 años, solo le queda disfrutar. Ni siquiera la prótesis de su pierna derecha le va a truncar el momento. Atenaza la pelota con sus manos y se le sale un alarido de felicidad.

Al despertar en la sala del hospital le dijeron que le habían amputado su pierna derecha de la rodilla hacia abajo. “Mejor mi pierna que mi vida”, expresó en ese momento y aprovechó la ocasión para decirle al doctor que no le importaba el dolor físico, que estaba dispuesto a lo que fuera para volver a caminar. Hoy el portero es embajador del club y, ocasionalmente, comenta los partidos en el canal oficial del “Chape”.

“Una cosa no queremos – y vamos a seguir repitiendo esto – no queremos que la gente se olvide de nuestros amigos que nos han dejado. Las personas que fallecieron, son héroes. Perder tantos amigos… personas que eran hijos, que eran padres, que eran hermanos… es realmente difícil de entender. ¿Por qué sucedería todo esto? Podría haber sido evitado”, explica.

Helio Neto

Al arrancar la pretemporada, Neto (32 años) entró en muletas al camarín del Chapecoense. Había muy pocas caras conocidas, el equipo tuvo que armar una plantilla completamente nueva para hacer frente a sus numerosos compromisos. Si bien estaba convaleciente, quería estar ahí para darle fuerza a sus compañeros.

La larga recuperación le dio tiempo para escribir un libro: “Puedo creer en el mañana”. En el texto relata los momentos de angustia que se vivieron en el avión y su experiencia como sobreviviente. “El fútbol es mi pasión, pero después del accidente me quedó bien claro que hay otras cosas importantes en la vida. Ayudar al prójimo hace muy bien. Nunca me había programado para ser atento, para dar una palabra de consuelo”, relata.

Sus gemelos viajaron a Colombia tras el accidente. Al encontrarse con su padre quedaron aturdidos. Estaba entubado, lleno de cicatrices, demacrado. Los niños de diez años lo abrazaron y lloraron. Él pensó en sus amigos muertos y en sus hijos.

“La compañía que operaba el avión estaba disminuyendo el combustible al mínimo una y otra vez. Mirando los hechos, podemos ver que tarde o temprano, esto iba a suceder. Lo hicieron tantas veces con otros equipos”, declara sin perder la compostura.

“La empresa quería ahorrar un poco de dinero, y terminaron por quitarle la vida a mucha gente. La gente siempre habla del piloto, y cómo cometió un error. Y lo hizo. Es un hecho. Pero creo que había mucha gente involucrada. Al igual que, ¿quién autorizó el despegue con un avión que no tenía suficiente combustible? Estaban esquivando las normas. Desafortunadamente, debido a la codicia humana… ya sabes, la Biblia dice: El amor por el dinero es el principio de todas las cosas malas”, agregó.

A un año de la tragedia, las familias de las 71 víctimas y los seis sobrevivientes aún no reciben la indemnización por parte de la aseguradora de LaMia, además, un informe de la Fiscalía de Santa Catarina reveló que la aerolínea no pertenecería a los dueños que aparecen en el contrato, ya que los 140 mil dólares del viaje aparecieron depositados en una cuenta de Hong Kong. En Brasil siguen clamando por una justicia que no llega.

Los tres sobrevivientes de la plantilla disfrutan que el “Chape” se haya salvado del descenso. Alan Ruschel está negociando su renovación con la institución. Jackson Follmann y Helio Neto cuentan que aún mantienen contacto con algunos familiares de los que murieron en el accidente, aunque admiten que les cuesta acercarse porque nunca podrán entender su sufrimiento. Ellos vivieron, no como la mayoría. A veces, los tres se juntan a hablar y Follmann afirma que nada les parece real: “Parece que todos se fueron de viaje, y van a volver. Yo, Neto y Alan hablamos mucho de eso. Todo volverá a ser normal de nuevo. Vamos a volver y jugaremos juntos otra vez”.