El técnico portugués Leonardo Jardim está sentado frente a los periodistas para iniciar su rueda de prensa. Sobre su impecable traje lleva una polera con la leyenda ‘United Forever’. No alcanza a decir ni media palabra, cuando sus jugadores irrumpen en la sala con algarabía. Vienen provistos de una cubeta de agua que vacían sobre sobre el entrenador. “Olé, olé, olé, olé, Jardim, Jardim”, cantan los jugadores, algunos subiéndose a la mesa donde se ubican los micrófonos. Jardim, siempre con gesto adusto sobre la línea de cal, se ríe y los abraza. Es su momento. Acaba de ganar la Ligue 1 con el Mónaco, poniendo punto final a la dictadura de cinco años que impuso el Paris Saint Germain con sus petrodólares.

Jardim, de 42 años, es hijo de portugueses, pero nació en Venezuela. En Sudamérica vivió poco tiempo. Casi no tiene recuerdos de este lado del mundo. La familia volvió a su tierra natal cuando era un niño. El entrenador creció y forjó su amor por el fútbol en Madeira, la misma isla de la que salió Cristiano Ronaldo.

Estudió deportes en la universidad, pero su desembarco en la élite del fútbol mundial demoró varios años. Nunca jugó fútbol profesional y no tenía una red de contactos a la que echar mano. Partió entrenando niños de entre 10 y 12 años. Finalizada la jornada recogía todos los implementos, subía a todos los niños a su auto y los iba a dejar casa por casa. Luego dirigió a un equipo de mujeres e incluso un conjunto de balonmano, deporte que practicó durante su adolescencia. A los 27 años debutó con el AD Camacha, de tercera división, como entrenador adjunto. Tras dos temporadas pasó a ser el primer entrenador, cargo que ejercería por cuatro temporadas y media.

Se fue al Chaves y lo ascendió a segunda división. Pasó al Beira Mar en 2009 y lo puso en el fútbol grande de Portugal. Su primer gran logro, sin embargo, se vio empañado por una seguidilla de malos resultados en la categoría de honor que lo llevaron a renunciar.

A pesar de ese mal debut en la Primeira Liga, el nombre de Leonardo Jardim ya circulaba en las oficinas de los clubes importantes. El hombre se había hecho a sí mismo y demostrado que tenía pasta para dirigir. Le llegó la oportunidad en el Sporting Braga, un elenco con tradición, pero sin el linaje de Porto o Benfica. Con ‘Los Arzobispos’ cuajó una temporada histórica, terminando tercero en liga, alcanzando dieciseisavos de final en la Europa League y rompiendo el récord de victorias consecutivas del club, con 13. Su paso fue brillante y fugaz, sólo una campaña. Abandonó Braga por discrepancias en la política deportiva a seguir con el presidente de club. La situación se hizo muy tensa luego de que Jardim apareciera en la prensa declarando que su relación con el mandamás era “esencialmente profesional”.

Ya era bien cotizado fuera de los límites de Portugal. Su siguiente destino fue Grecia. Allí dirigiría al poderoso Olympiakos, pero volvió pronto a su país para hacerse cargo del Sporting de Lisboa, un grande de alas rotas que atravesaba la peor crisis de su centenaria historia. El nacido en Anzoátegui le devolvió el color a los ‘Leones’ y los llevó al subcampeonato, pero renunció a final de temporada.

Pocos meses después se anunció su marcha al Mónaco. El club del principado llevaba tres años bajo la administración del ruso Dimitrov Rybolovlev sin los resultados esperados. Con Claudio Ranieri lograron salir de la segunda división y quedaron segundos en su temporada de regreso al fútbol de honor. Pero no era suficiente para el magnate. Las contrataciones de Radamel Falcao García, James Rodríguez, Joao Moutinho, Ricardo Carvalho y Jeremy Toulalan, no llevaron al equipo a imponerse sobre el PSG de Zlatan Ibrahimovic, Thiago Silva, Lucas Moura y Marco Verrati. El DT italiano fue cesado y Rybolovlev detuvo la inyección de dólares. Había que dar un golpe de timón y Jardim parecía el más indicado. Las aspiraciones iban a ser más terrenales.

Archivo | Agence France-Presse
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“El objetivo deportivo es jugar con ambición de ganar siempre. También hay un objetivo de espectáculo, con el fin de proponer un fútbol de calidad y atraer así a los hinchas al club. Y por último, queremos revalorizar a los jugadores del club”, explicó.

Durante su estancia en el cuadro galo, Jardim se ha desprendido de futbolistas como James Rodríguez, Radamel Falcao, Anthony Martial y Yannick Carrasco. El club recaudó $300 millones de dólares por la venta de jugadores. Invirtió dos tercios de esa suma en jóvenes con proyección.
El estratega mantuvo al equipo peleando en la parte alta de la tabla en sus dos primeras temporadas y compitiendo sin miedos en Europa. En su tercer curso a cargo del cuadro monegasco llegaría la eclosión.

Las expectativas de jugadores y afición crecían conforme avanzaban los partidos. El luso no perdía los estribos. Cuando batía rivales de peso en la Champions League, como el Manchester City o el Borussia Dortmund, y se acercaba cada vez más a obtener la Ligue 1, Jardim recalcó en más de una oportunidad que el triunfo no lo haría cambiar. “En caso de ganar el campeonato, seguiré siendo el mismo, mi personalidad no cambiará, ustedes me conocen”, expresó.

El portugués conoce el sube y baja del fútbol. Hoy está en la cima, pero mañana lo pueden correr. Del Olympiakos se fue en enero de 2013, a seis meses de su llegada, cuando el equipo tenía una ventaja de 10 puntos sobre su más cercano perseguidor. Del Mónaco también pudo partir en junio del año pasado por sus problemas con Claude Makelele, director deportivo del club, y Luis Campos, consejero de la cúpula directiva.

La crisis se terminó con una larga entrevista con Dmity Rybolovlev y Vadim Vasyliev, presidente y vicepresidente del club, respectivamente. “Mostró sus ganas y su ambición para llevar al máximo nivel al Mónaco. Está preparado al 200 por ciento. Hemos aceptado su proyecto”, afirmó Vasyliev. La jugada salió perfecta. El ex equipo de Thierry Henry volvió a coronarse campeón de liga tras trece años de sequía y se colocó entre los cuatro mejores equipos europeos de la temporada.

Lo hizo con un plantel compuesto por 16 jugadores menores de 25 años. Brillaron Bernardo Silva, Benjamin Mendy y Lemar. También Tiemoué Bakayoko y Fabinho, a quienes sacó de los laterales cuando llegó y los sitúo en el centro de la cancha. En esa posición jugaron las semifinales de Champions League ante la Juventus. Se atrevió a poner de titular a Kylian Mbappé, el delantero de 18 años surgido de las entrañas del club, que se terminó convirtiendo en una de las apariciones más bombásticas del último tiempo. Supo recuperar a Radael Falcao, el goleador colombiano que muchos creían acabado tras sus lesiones y su nefasto paso por Inglaterra. Mostró un fútbol vistoso, cumpliendo la promesa que hizo cuando llegó al club.

Archivo | Agence France-Presse
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Jardim es atípico en el ambiente del fútbol. Conoce las respuestas hechas que suelen usar sus colegas en ruedas de prensa, pero apunta más allá. Siempre intenta hablar en francés, aunque se burlen de su acento. Luego de sufrir una estruendosa derrota ante el Niza en septiembre pasado (4-0), el estratega citó un extracto del poema ‘Serás un hombre, hijo mío’. Ha hecho pública su admiración por el sociólogo Edgar Morin. “Me gusta la aproximación de Edgard Morin, su relación con la complejidad del mundo. Frente al fracaso, no buscará simplificarlo y apuntarlo con un dedo. Tiene una percepción sinfónica de la vida”, explicó.

Después de esas declaraciones, Le Journal du Dimanche los reunió. “Mi trabajo interesa en general a la gente en la enseñanza, la empresa, los médicos… Pero es la primera vez que un gran entrenador deportivo me menciona. Yo soy aficionado al fútbol y he reflexionado sobre el arte y la estrategia en este deporte. Lo que me interesa es intercambiar puntos de vista”, comentó el investigador.

Jardim cree que el buen futbolista es aquel que reflexiona sobre el terreno de juego, no el que se pone a gambetear a tontas y a locas. “Mi línea de trabajo es entrenarse exactamente de la misma forma en la que vamos a jugar. Las prácticas están adaptadas al juego y se necesita calidad en todos los aspectos, físicos o tácticos”, expresó Jardim, que antes de que sus jugadores se vayan a las duchas los frena para conversar un rato y conocerlos más.

A punto de ser cesado el año pasado, hoy es el pilar sobre el que el Mónaco quiere construir una historia de triunfos. Sin embargo, Inter de Milán y PSG han puesto sus ojos en él. Es el técnico de moda.