“La próxima te rompo la cabeza, ¿escuchaste? La próxima te rompo todo, ¿escuchaste? Te arruino”, amenazaba Agustín Orión al colombiano Radamel Falcao García. El por entonces delantero de River Plate saltó a buscar un centro y terminó chocando con el golero de San Lorenzo en un amistoso de verano. “La próxima lo arruino, me tiene podrido. Lo mando al hospital, te aviso. Lo mando al hospital”, decía Orión, ahora dialogando con el árbitro.

La discusión con el hoy jugador del Mónaco se hizo un ícono en la carrera del arquero de 35 años, un viral que a pesar de los años no para de sumar visitas, casi tantas como sus atajadas. Pese a ser uno de los arqueros más regulares de la última década en el fútbol argentino, su nombre no genera simpatías. El nuevo jugador de Colo Colo es un hombre sanguíneo, que no evita el choque ni los micrófonos. Su carrera ha sido un derrotero lleno de éxitos y de polémicas.

El incidente con Falcao no iba a ser el único de ese 2008. Meses más tarde, Orión fue al estadio de Lanús. No iba como jugador, sino como hincha. Su querido Midland jugaba ante Berazategui para definir cuál de los dos ascendería a Primera C. Junto a su familia, dirigentes y jugadores no convocados se instaló en la tribuna preferencial. No se demoraron los hinchas contrarios, separados por una reja a menos de 10 metros, en notar la presencia del futbolista. Empezaron los cantitos, los insultos, las bravuconadas. A los ’33 subió la temperatura de la refriega con el gol de Berazategui. Se lo dedicaron a coro.

Todo explotaría siete minutos más tarde, con otro gol que echaba por tierra las aspiraciones de Midland. Orión no pudo soportar las burlas y avanzó desafiante rumbo a la valla de seguridad, agitando los brazos en actitud patotera, recortando con su paso una ráfaga ininterrumpida de insultos que devolvía con fiereza. Llegó hasta las barbas de sus adversarios y se subió a la reja. Algún puñetazo colado hizo contacto por ahí. Era él contra un mar humano que quería despedazarlo. Entre varios lo sacaron de ahí cómo pudieron. Se fue del estadio custodiado por un cerrojo policial.

“Yo lo conozco de Midland y sé que es un tipo difícil, pero de ninguna manera puedo entender la reacción que tuvo. No derivó en una tragedia de milagro, porque acá pudo haber pasado cualquier cosa. Era él, su hermano (Sebastián) y otros dos hinchas de Midland contra toda la platea de Berazategui. Se le escapó el hincha que lleva adentro de muy mala manera. Lo repudio totalmente”, comentó el entrenador Carlos Medina, que se encontraba viendo el partido.

Después de eso, el arquero dejó de salir en las tapas de los diarios por sus enfrentamientos. Al menos por unos años. Cambió de camiseta, se fue a Estudiantes y luego a Boca Juniors, uno de los clubes más importantes del país. En el cuadro de La Ribera sacaría a relucir nuevamente su carácter volcánico.

Corría 2013. El equipo azul y oro hacía fútbol distendidamente en el entrenamiento. Leandro Paredes, la joya de la cantera, quedó frente al arco. El mediocampista intentó “cancherear” en la definición, pisó la pelota y amagó a ambos lados como si estuviese jugando en la esquina de su casa. Orión no estaba para florituras. La pelota le rebotó en la pierna y salió disparado en busca del actual jugador de la Roma para barrerlo. Un grito retumbó con fuerza en La Boca. Orión fue de inmediato a ver a su compañero. Al verlo revocándose en el suelo, le tomó el peso a la situación. Paredes terminó en el hospital y estuvo tres meses fuera de las canchas por la rotura de ligamentos del tobillo.

Ante el revuelo y las críticas que causó la jugada, el arquero pidió disculpas. “Creo que fue innecesaria y desmedida la manera que trate de sacarle la pelota a ‘Lea’. Aunque sé también que fue una jugada desafortunada”, escribió en su cuenta de Twitter.

Al año siguiente, Boca pasaba un pésimo momento deportivo. El ambiente al interior del vestuario estaba crispado. Pablo Ledesma, uno de los referentes del plantel, salió a decir que había jugadores que filtraban información a la prensa. A Orión no le gustaron las declaraciones y terminó a los puñetazos con Ledesma.

“No puedo explayarme, pero sucedió algo que no me gustó y creo que hice lo correcto”, comentó tiempo después.

El siguiente capítulo de su polémico historial ocurrió poco después. En febrero de 2015, Palestino recibió a Boca Juniors en Santa Laura. Terminado el encuentro, Cristian Erbes cambió la camiseta con César Valenzuela. Agustión Orión se acercó con tranco apurado y le pidió con vehemencia al volante chileno que se la devolviera. Valenzuela no le hizo caso y se fue caminando. Horas después se sabría que el ex seleccionado argentino le había prometido todas las camisetas a la barra brava de los “xeneize”.

Su buena relación con la “12” se hizo aún más evidente meses más tarde. Luego de que la barra agrediera con gas pimienta a los jugadores de River Plate en un partido de Libertadores, lo que significó la suspensión del encuentro y la eliminación de los bosteros, Orión obligó a sus compañeros a despedirse de la barra.

Entremedio de esos dos incidentes, el arquero volvió a lesionar a un jugador. Su equipo empataba uno a uno ante San Martín de San Juan. Iban ’27 del segundo tiempo cuando una pelota larga se coló como una daga por el centro de la defensa. Por ahí andaba Carlos Bueno, ex delantero de la Universidad de Chile y la Universidad Católica. El charrúa enfiló solo rumbó a la portería. Alcanzó a ver como Orión salía con la temeridad de un kamikaze hasta el borde del área grande. Le tiró a correr la pelota por un costado y se fue por el otro, pero para su mala suerte se estrelló con el golero. El ex Estudiantes quedó lastimado de la rodilla, pero Bueno sacó la peor parte: se rompió la tibia y el peroné.

“No tengo nada para decir, pero no me siento juzgado para nada…Yo tiro a cubrir espacios, él me lleva por delante”, dijo el golero, muy nervioso en la conferencia de prensa.

Una oleada relampagueante de críticas emergió y volvió a instalar una frase que llenó varios carteles en su contra: “Orión es mala leche”.

El golero no se desentendió del nefasto eslogan y salió al frente, aunque las declaraciones no lo ayudaron a limpiar su imagen. “Si yo puedo sacar ventaja, la saco. Yo voy a hacer todo para que mi equipo gane”, “este país está lleno de moralistas”, dijo.

Abandonó Boca después de una seguidilla de errores. Se fue a Racing, pero estuvo menos de un año. Dejó Avellanada por amenazas sufridas por barristas de la “Academia”. Ofertas no le faltaron, pero escogió a Colo Colo, “un grande de Sudamérica”, según él.

En su primera conferencia de prensa en Chile dejó ver su personalidad: “¿Te parece que tengo un mal carácter? Tuve una ventaja de tener una mamá docente, profesora de grado. Siempre se puede decir las cosas con respeto y educación… Si uno perdura en el tiempo jugando más de quince años marca algo. Hice algo. Después, obviamente hay un montón de cuestiones. He jugado 500 partidos, 90 en competencias internacionales. Con todo eso, hay errores, virtudes, cuestiones que pueden pasar”.

Las cosas siempre pueden pasar…