Salió de su casa decidida, como era costumbre en ella. Quería confirmar sus sospechas de que el mismo hombre que realizaba arreglos en su casa de Caburgua era quien le había robado varias pertenencias. Lamentablemente para Ismenia, su carácter directo, la llevó a encontrar la muerte de la peor manera posible.

En el deporte pocas veces existe consenso por los mejores representantes de cada disciplina, pero en el caso de María Ismenia Pauchard todos concuerdan en que fue la mejor basquetbolista chilena de la historia.

Oriunda de Traiguén, en la región de La Araucanía, por sus venas corría sangre alemana y francesa. Nació el 20 de noviembre de 1932 y fue alumna del Liceo de Niñas de Angol, donde destacó en el atletismo gracias a su agilidad y esbelta figura, quedándose con los primeros lugares en competencias de salto alto, salto largo y 200 metros planos.

Sin embargo, fue en Santiago donde cambió radicalmente de deporte para dedicarse al básquetbol, donde encantó a todos quienes seguían el por entonces creciente baloncesto femenino. A la capital llegó en 1947, esperando que su hermano le ayudara a conseguir un trabajo que en Angol era difícil de encontrar para una muchacha quinceañera.

Ya en la región Metropolitana, acompañaba a su consanguíneo a buscar a su polola al Club Famae, modesto elenco que participaba en los certámenes de baloncesto metropolitano. Llamó la atención por medir 1,76 metros antes de cumplir veinte años, por lo que fue invitada a probar suerte en los parqués.

En 1951 fue oficialmente reclutada por el Famae. Ismenia mostró talento, destreza y velocidad, además de imponerse por un físico poco habitual para una mujer en la década del 50′. Gracias a ella, el equipo que pocas veces había sido protagonista logró los subcampeonatos de las temporadas 1953 y 1954, además de ser destacada como jugadora revelación.

Años en la cúspide

“Yo soy colocolina, moriré con el indio en el pecho”, comentó en su momento Ismenia, en una declaración que recogen Cristián Arcos y Luz Astudillo en su libro ‘Estrellas rojas’.

Su habilidad con la pelota naranja en las manos llevó a la joven de Traiguén a Colo Colo, el club más importante de nuestro país y al que defendió por 18 años.

ARCHIVO | CD Thomas Bata
ARCHIVO | CD Thomas Bata

Con el número seis en la espalda, Pauchard se consagró como la mejor basquetbolista de nuestro país. Desde 1955 hasta su retiro en 1973, la oriunda de Traiguén consiguió con el ‘cacique’ al menos un título cada año, salvo en 1964, donde por problemas administrativos perdieron el torneo que consiguieron en cancha.

En 1957 destacaron en el campeonato Estrellas Sudamericanas disputado en Lima, con las nacionales campeonas invictas y siempre lideradas por la ‘abeja reina’.

Durante esa década, además, Ismenia logró junto a la Selección nacional los títulos sudamericanos de Quito 1956 y Santiago 1960, reflejando en el palmarés la ‘época dorada’ del baloncesto femenino chileno. En 1959, en tanto, alcanzaron el bronce en los Panamericanos de Chicago, logro que repetirían en Sao Paulo 1963.

Con 41 años decidió retirarse de las canchas pero no de los parqués. Comenzó a ejercer como entrenadora de los equipos de básquetbol femenino de la Universidad de Santiago, Thomas Bata y el Banco Estado, entidad donde trabajó como funcionaria.

Fiel a su personalidad directa, asumió el liderazgo por un tiempo del Círculo de Antiguos Deportistas de Chile Juan Ramsay. Desde los escritorios, intentó que aquellas personas que defendieron a nuestro país en lo deportivo tuvieran el reconocimiento que merecían.

Tristemente se dio cuenta de que, vencer a un sistema malagradecido con los exdeportistas, era mucho más difícil que cualquier otro rival en una cancha de básquetbol. Llegó a ser presidenta del Juan Ramsay pero, cansada de no tener buenos resultados, terminó retirándose a sus orígenes en 1990.

Se estableció en la región de La Araucanía, en una cabaña en la Villa Aucán de Caburgua, en la zona alta del sector. En el mismo poblado realizó algunas inversiones que le permitían vivir tranquila.

El peor final posible

Ismenia alcanzó a vivir más de una década en su solitaria cabaña de Caburgua. Soltera y sin hijos, poco le importó lo que opinaban de ella al ver que buena parte de sus compañeras de básquetbol establecieron una familia luego del retiro.

Ella prefería la tranquilidad de La Araucanía y allí se mantuvo hasta el 22 de mayo de 2004. Aquel día sábado, fiel a su impulsividad, salió de su vivienda en dirección a la casa de Rodrigo Vega Painenahuel, un hombre de 31 años que ejercía de gasfitero.

De acuerdo a los antecedentes del Poder Judicial de Chile, Pauchard sospechaba que Vega, quien había realizado algunos trabajos en la casa de la exjugadora de básquetbol, le había robado varias pertenencias.

ARCHIVO | Memoria Chilena
ARCHIVO | Memoria Chilena

Ismenia llegó hasta la residencia del hombre y, tras revisar el patio, encontró su calefón, cocina, cortadora de pasto y refrigerador. Aún molesta se encontró de frente con Vega, quien la descubrió al interior de su propiedad.

Comenzó una discusión que se fue acalorando cada vez más y, luego de que la mujer de 71 años amenazara con denunciar a las autoridades policiales, Rodrigo la tumbó con un golpe de puño. Antes de que Pauchard pudiera volver a ponerse en pie, el hombre comenzó a agredirla con una herramienta y, cuando se detuvo, Ismenia ya no respiraba.

Asustado, Vega tomó el cuerpo de la mujer y lo ocultó. Un día después de su desaparición, familiares de Pauchard interpusieron una denuncia por presunta desgracia e iniciaron su búsqueda.

En Villa Aucán, donde todos los rostros eran familiares, las sospechas apuntaron rápidamente al gasfitero que usualmente llegaba hasta la casa de la exdeportista para realizar arreglos. Presionado por la investigación policial, y luego de ser interrogado en paralelo a su padre, las contradicciones en sus testimonios llevarían a Rodrigo Vega a confesar el crimen.

Nueve días después de su desaparición, el 31 de mayo el cuerpo sin vida de Ismenia Pauchard fue encontrado a menos de un kilómetro de su casa en Caburgua. La noticia estremeció a la zona, no tanto así al mundo del deporte, que parecía haber olvidado en sus anaqueles a la ‘abeja reina’ del baloncesto.

Vega fue formalizado por los delitos de hurto y homicidio, siendo condenado por el Juzgado Oral en lo Penal de Villarrica a ocho años de cárcel. De acuerdo a la abogada penalista Fernanda Gajardo, el ente judicial reconoció la irreprochable conducta anterior y la colaboración prestada por el hombre para esclarecer el caso.

El formalizado ingresó al penal de Villarrica, donde cumplió su condena. Recuperó la libertad en 2012.

Ismenia, en tanto, encontró en las manos de Vega el peor final posible a su destacable carrera. Su vida llegó hasta 2004, pero su leyenda como la mejor basquetbolista de la historia de nuestro país sigue igual de vigente.