Si de historias curiosas, novedosas o extrañas se trata, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos sí o sí se inscriben con más de alguna.

Si bien hay de todo tipo y para todos los gustos, la que ocurrió en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000 marcó un antes y un después.

Es que de acuerdo a los registros, en dicho evento la selección de básquetbol de España cometió uno de los fraudes más vergonzosos dentro de la historia del deporte mundial, luego de que varios de sus jugadores se hicieran pasar por discapacitados intelectuales para ganar la medalla de oro del torneo.

La trampa quedó en evidencia luego de que el periodista Carlos Ribagordase se infiltrara -dos años antes de dicha competencia- dentro del equipo, investigando cada uno de los pasos del engaño que había sido orquestado por la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (FEDDI).

Extraída de 'Semana'
Extraída de ‘Semana’

El camino de esta estafa se trazó luego de que los españoles vencieran por 50 puntos de diferencia al representativo de Portugal, en un partido válido por la Copa Ibérica del año 1998.

Pese a que el marcador fue más que abultado nadie sospechó del ‘talento’ de los seleccionados, que al año siguiente ratificaron su buena racha y consiguieron el primer lugar en el Campeonato de Europa, así como en la Copa del Mundo.

De estos últimos dos fue parte y jugador el periodista hispano, quien luego de unir con facilidad algunos cabos sueltos dio con el primer antecedente de este bochornoso engaño: diez de los doce jugadores no tenían ningún tipo de discapacidad.

“Mi primer encuentro se produjo en el autobús que nos llevaba a disputar la competición. Allí pude comprobar que nadie era discapacitado. Todos viajaban con sus parejas tranquilamente. Eran como unas vacaciones con todo pagado”, indicó por ese entonces el periodista, según consigna el sitio “Ahora Que”.

Este hecho en particular hizo que el profesional de las comunicaciones se cuestionara sobre los requisitos que se estaban pidiendo para ser parte del equipo, descubriendo que solo bastaba con saber jugar básquetbol ya que de lo demás se encargaba la Federación.

Y es que tal como lee, era el ente regulador de la disciplina el responsable de conseguir y presentar los falsos certificados médicos, los que tenían como único afán acreditar la discapacidad de los jugadores.

“Nunca me realizaron un test para que se demostrara mi ‘supuesta’ minusvalía. Lo único que hicieron cuando expresé interés en formar parte de la selección fue pedirme un reconocimiento médico y unas flexiones para conocer mi estado físico”, destacó Ribagorda.

Agregando que “actuaban con una impunidad absoluta, lo tenían todo muy bien atado con los informes falsos. Una vez infiltrado en el equipo, mantuve una posición callada y prudente y hacer lo que veía a los demás para no ser descubierto”.

Extraída de 'Ahora Que'
Extraída de ‘Ahora Que’

Posterior a esto, la investigación del europeo tomó un nuevo rumbo, instancia en la que comprobó que la razón detrás todo este engaño era el alto valor en que estaban avaluadas cada una de las medallas conseguidas.

Así, mientras más preseas se conquistara, mayor sería el dinero recaudado por los altos mandos, el que por cierto venía directamente desde las arcas de empresas privadas como Telefónica, BBVA, la Fundación ONCE y el Consejo Superior de Deportes.

Hasta aquí el esquema de los españoles parecía ser el negocio del siglo, puesto que habían logrado engañar y zafar en el Mundial de Brasil –con cuatro jugadores que no eran discapacitados- así como en la Eurobasket de 1999 (con nueve).

No obstante, los ‘planes perfectos’ casi no existen, y a la bicicleta armada por los dirigentes de la federación se le cortó la cadena un día antes de la ceremonia de clausura de los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000.

¿La razón? La foto oficial del conjunto posando con sus medallas de oro fue a dar en el mesón de un diario de Alcalá, donde algunos trabajadores reconocieron a tres de los miembros del combinado como vecinos de la localidad, investigando el hecho y dando con la verdad.

“En ese momento, el escándalo estuvo a punto de saltar por los aires. Lo evitó Fernando Martín cuando tuvo que mostrar a la prensa los certificados falsificados”, aseguró Carlos Ribagorda.

¿En qué terminó todo este entuerto? Trece años después del hecho la justicia de España condenó a la FEDDI al pago de cinco mil euros, poco menos de cuatro millones de pesos chilenos, por el fraude cometido en uno de los certámenes más importante del mundo deportivo.