André Schürle desborda a pura velocidad por la derecha de la zaga argentina. Antes de que lo atoren contra la raya, envía el centro al corazón del área. Por allí, entremedio de los centrales, arremete Mario Götze. El pequeño delantero amortigua la pelota con su pecho y, casi cayéndose, saca un leve toque de zurda que deja sin opción al arquero Sergio Romero. El teutón corre extasiado mientras sus compañeros lo cubren con abrazos. A ocho minutos del final del tiempo suplementario en el partido decisivo de la Copa del Mundo, Götze sellaba definitivamente el título alemán, empapándose de una gloria que sería el preludio de su desplome un par de años después.
A pesar de su juventud, 22 años por entonces, el muchacho de la película ya tenía mucho recorrido en el fútbol. Su carrera había empezado en 2010 y tuvo un ascenso a toda velocidad. Con 18, ya se había ganado su primera nominación al seleccionado tras sus buenas actuaciones con el Borussia Dortmund en su temporada debut en la Bundesliga. En 2011 ganó el premio “Golden Boy”, galardón que se le otorga al mejor futbolista sub 21 del mundo, y en 2012 asomó en la Eurocopa.
Por su visión de juego, habilidad en espacios minúsculos y velocidad se le llegó a comparar con Lionel Messi. “¿Yo el Messi de Alemania? No, quiero ser el Cristiano Ronaldo de Alemania”, afirmó en una entrevista.
Junto al Borussia de Jürgen Klopp rompió la hegemonía del Bayern en Alemania y deleitó a toda Europa. Eran sus buenos días, estaba viviendo el sueño del niño que crece con la pelota bajo el brazo: jugaba en el campeón alemán, era figura, miles de aficionados hacían largas filas para obtener su autógrafo y era el objeto de deseo de los clubes más grandes del continente. El Borussia no podría retener a su joya por mucho tiempo, pero termino en el lugar menos esperado. En 2013, a escasos días de disputar la final de la Champions ante el Bayern, se anunció la transferencia del mediapunta al club bávaro.
Götze pasó a formar parte del club de los traidores. Las camisetas del Borussia que llevaban su nombre fueron tachadas con una X en la espalda y los abucheos hacia él fueron la sinfonía que acompañó cada una de sus visitas al Signal Iduna Park. No hubo forma de convencerlo, según Klopp. El futbolista quería entrenarse bajo el alero de Pep Guardiola, el técnico que había maravillado al mundo con su FC Barcelona y que prometía revolucionar Alemania con su juego de posesión.
El Gigante de Baviera parecía el lugar perfecto para dar el salto definitivo y consolidar su evolución como uno de los mejores futbolistas del mundo. Sin embargo, en Múnich Götze vio limitado su juego y sus minutos. Aun así, se ganó un lugar en el plantel de la Mannschaft que viajó a Brasil en busca de un título que les era esquivo desde Italia ’90. En la meca del fútbol, Götze tendría la oportunidad de mostrar que el talento seguía en sus piernas. Los primeros partidos mostraron un bajo rendimiento del atacante, pero renació como el héroe que recobra fuerzas en el instante decisivo.
“Continué entrenando y creyendo en mí, además de mantener muchas conversaciones con las personas que son importantes para mí”, afirmó una vez finalizado el encuentro. “Estoy seguro de que aún hay más dentro de mí”, agregó.
El gol sería un nuevo punto de partida. Un impulso que le daría nuevos bríos en su retorno a Alemania. Pero sus números, sin ser horribles, y sobre todo su incidencia en el equipo de Guardiola siguieron por debajo de la línea de lo esperado. Fichado para el papel estelar, su rol estaba siendo meramente secundario. Thomas Müller, Robert Lewandowski, Frank Ribery y Arjen Robben contaban más para el técnico catalán. Las lesiones mermaron aún más su accionar en su tercer curso en Múnich. La llegada de Ancelotti fue su fin: el técnico italiano le dijo que buscara club porque con él a cargo no iba a jugar.
Sonó en el Liverpool y en la Juventus, pero optó por volver al lugar donde todo había empezado. El club en el que se formó, se hizo ídolo y terminó siendo odiado. Con 24 años a cuestas, algo había cambiado en su talante, más parco y frío que hace un tiempo. Su juego también. Ya no era el crack encarador, dueño de la escena, que jugaba con desparpajo.
“¿Debo volver a jugar como cuando tenía 18 años otra vez? Ahora tengo 60 partidos con Alemania y he disfrutado seis años de éxito con Bayern Múnich y Borussia Dortmund. Esos son hechos. Cada jugador se desarrolla con el tiempo, así como cada equipo y rival. Nunca volveré a ser el Mario Götze de antes”, explicó el futbolista.
En su vuelta a Dortmund ha jugado 1.175 minutos divididos en 16 encuentros, en los que ha anotado solo dos goles y repartido dos asistencias. Números que no están a su altura. Más allá de las lesiones, Götze parece no llegar el gusto al técnico Thomas Tuchel y ha vuelto a desilusionar a la hinchada amarilla. El futbolista que amenazó con poner el mundo a sus pies, hoy atraviesa uno de sus peores momentos.