El Teatro Municipal de Santiago estrenó el sábado este tercer título de su temporada lírica, que tenía connotaciones especiales: esta obra de Rossini no se representaba desde hace más de 170 años en Chile, nunca se había presentado en ese escenario y además era la primera “ópera seria” de su autor que se ofrecía en nuestro país desde fines del siglo XIX.

Por Joel Poblete

Tancredo, foto de Patricio Melo, TMS (c)
Tancredo, foto de Patricio Melo, TMS (c)

Injustamente relegadas a segundo plano en popularidad con respecto a sus afamadas comedias como “El barbero de Sevilla”, “La italiana en Argel” y “La cenicienta”, las “óperas serias” del célebre compositor italiano Gioachino Rossini han tenido una notable resurrección en las últimas décadas, impulsada especialmente a partir de la fervorosa labor del Festival de Pesaro, la ciudad natal del músico. Sin embargo, en Chile hemos permanecido ajenos a este valioso auge: hasta ahora, la última vez que una ópera seria rossiniana se había representado en nuestro país fue ¡en 1892!, cuando se ofreció su “Moisés en Egipto”. Aunque la primera ópera presentada en escenarios locales fue precisamente una comedia de Rossini -“L’inganno felice”, en 1830-, y pese a que varios de sus títulos “serios” sí llegaron a darse por estos lados, durante más de un siglo la presencia rossiniana en nuestro medio se vio reducida a sus comedias, en especial al ineludible “Barbero de Sevilla”.

Por todo esto, la presentación en el Teatro Municipal de Santiago, como tercer título de su actual temporada lírica, de uno de los trabajos “serios” más reconocidos de Rossini, y el primero que le dio prestigio masivo, “Tancredi” -innecesariamente “traducida” a nuestro idioma en estas funciones como “Tancredo”-, tiene una importante connotación para nuestro medio musical: esta partitura sólo se había representado en Chile en 1830 y 1845, y como el Municipal recién se inauguró en 1857, la función de estreno del pasado sábado 23 marcó su debut en ese escenario.

Basada en la obra homónima de Voltaire y estrenada en 1813, cuando Rossini sólo tenía 20 años, esta ya es la décima ópera de su carrera, y en ella es posible encontrar diversos aspectos que conforman el sello musical del autor. Como era tradición en la gran mayoría de las óperas serias de su época, el argumento es convencional y se basa en una historia de amor entremezclada con aspectos políticos e históricos, en la que una carta y un equívoco conducen a los protagonistas a consecuencias dramáticas; más allá de la trama, lo que prevalece es la irresistible belleza de la música rossiniana, que haciendo honor al estilo del cual fue uno de sus máximos exponentes, el bel canto, permite enorme lucimiento y virtuosismo a los solistas, en especial a los tres intérpretes principales.

Y en la versión que está presentando el Municipal, en co-producción con la Ópera de Lausanne (Suiza) donde el montaje se estrenó el año pasado, se cuenta con un espléndido trío de cantantes protagónicos de incuestionable nivel internacional, que ya habían actuado previamente en nuestro país: la mezzo italiana Marianna Pizzolato, la soprano rusa Nadine Koutcher y el tenor chino Yijie Shi.

Marianna Pizzolato, Nadine Koutcher y Yijie Shi

Una de las cantantes rossinianas más destacadas de su cuerda en los últimos años, Pizzolato habitualmente canta en los principales teatros (este año debutará en el MET de Nueva York, precisamente en “Guillermo Tell”, de Rossini), y fue justamente con una obra de ese autor que cantó por primera vez en el Municipal, en 2009, protagonizando “La italiana en Argel”, para luego regresar en 2012 en un rol travestido, Maffio Orsini en “Lucrezia Borgia”, de Donizetti; su hermoso timbre se adapta muy bien a este otro rol travestido, el papel titular de “Tancredo” -que ha cantado incluso en el epicentro del canto rossiniano, el ya mencionado Festival de Pesaro-, en especial en las notas medias y graves, destacando en particular en sus dos momentos solistas, “Di tanti palpiti” y “Ah! che scordar non so”, y además en lo escénico compuso un personaje masculino a la vez aguerrido y sensible.

Koutcher ya cautivó en 2014 cuando debutó en el Municipal en “Los puritanos”, y el año pasado su carrera continuó avanzando a pasos agigantados: ganó uno de los concursos de canto más prestigiosos del mundo, el Cardiff Singer of the World, y en diciembre, en Berlín y dirigida por el afamado maestro Daniel Barenboim, protagonizó “La traviata”, ópera que cantará también en el Municipal, en agosto próximo. Su actuación en este “Tancredo” es en verdad deslumbrante, y además se complementó muy bien con Pizzolato en los dúos que tan bien ensamblan las voces femeninas; delicada y encantadora en lo escénico, la joven soprano maneja con ductilidad su bella voz, con agilidades seguras y unos sobreagudos que impresionan, obteniendo una entusiasta recepción del público en el segundo acto con su etérea entrega del aria “No, che il morir non è” y en la espectacular y ovacionada versión de “Giusto Dio, che umile adoro”, junto al coro en un número típicamente rossiniano.

También merecidamente aplaudido fue Yijie Shi, quien regresó al Municipal luego de debutar en 2012, precisamente junto a Pizzolato en “Lucrezia Borgia”. Este artista chino, quien ha actuado en diversas ocasiones en el Festival de Pesaro además de presentarse en otros importantes teatros, confirmó con creces por qué ya es considerado como uno de los mejores rossinianos de su cuerda a nivel mundial, abordando el exigente rol de Argirio, el mismo que ya cantó el año pasado en el estreno en Lausanne de esta producción que se ofrece ahora en Chile. Ya estuvo excelente en el primer acto con su “Pensa che sei mia figlia”, pero fue en el segundo, con su fenomenal entrega de “Ah! segnar invan io tento”, donde terminó de impresionar a la audiencia: su hermosa voz, canto refinado y seguro parecen ideales para Rossini, y ni las agilidades ni los arriesgados ascensos a las notas agudas parecen ser un escollo para él. Sin duda, uno de los mejores tenores rossinianos que han cantado en el Municipal; y considerando que en ese escenario han actuado figuras como Rockwell Blake, Raúl Giménez, John Osborn y Juan Diego Flórez (al menos en concierto), el elogio no es menor.

El resto del elenco también estuvo muy bien servido, incluyendo a dos artistas que debutaban en Chile: el bajo ruso Pavel Chervinsky fue un juvenil Orbazzano de bonito timbre, y la ascendente mezzosoprano argentina Florencia Machado actuó con convicción y entrega dramática como Isaura, luciendo su cálida voz en su aria “Tu che i miseri conforti”. La joven soprano chilena Yaritza Véliz, quien debutó en el Municipal el año pasado juntamente en una ópera de Rossini, “El turco en Italia”, fue ahora Roggiero, otro rol travestido, fiel apoyo del protagonista; aunque el personaje no tiene tanto relieve ni presencia, Véliz estuvo muy bien, aprovechando de destacar en “Torni alfin ridente”, buena ocasión para exhibir su hermosa voz. También excelente como siempre estuvo el Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornik, esta vez centrado en las voces masculinas.

Una sólida coordinación entre el foso orquestal y los cantantes, muy cuidadosa en lo estilístico, fue la que consiguió al frente de la Filarmónica de Santiago el británico Jan Latham-Koenig, tan conocido por el público del Municipal, donde debutó en 1989 y además de ser titular de la agrupación entre 2006 y 2009, ha dirigido diversas óperas en un rango de autores que va de Mozart a Britten, incluyendo a Verdi, Puccini, Wagner, Strauss, Janacek y Bartok, y contando con hitos como los estrenos en Chile de “Peter Grimes”, “La vuelta de tuerca” y “El castillo de Barba Azul”. A pesar de sus frecuentes visitas, Latham-Koenig no dirigía una ópera en ese teatro desde “Thaïs”, en 2010, y nunca había abordado ahí una obra de Rossini. El resultado fue muy positivo: contando con el atento apoyo en el clavecín del chileno Jorge Hevia para los recitativos, el director inglés se mostró receptivo y atento tanto en lo vibrante (por ejemplo, el final del primer acto, típicamente rossiniano) como en lo más poético, aprovechando al máximo los hallazgos de sutileza y emoción, en especial en el maravilloso final de la obra, revisado por Rossini al mes siguiente del estreno mundial, y recuperado recién en pleno siglo XX, hace cuatro décadas. En vez de optar por un desenlace triunfal y exultante como en la versión original y como dictaría la tradición, el compositor decidió finalizar la obra con la muerte del protagonista en brazos de su amada, acompañado tenue y delicadamente apenas por las cuerdas de la orquesta, que parecen hacer eco de sus últimos suspiros. Un toque inspirado y magistral que demuestra el inmenso genio de Rossini.

Producción de gran belleza plástica

Y el marco ideal para este ejemplo de bel canto es la hermosa producción, de gran belleza plástica, estrenada el año pasado en Lausanne por un equipo de artistas de reconocido éxito previo en el Municipal: uno de los directores de escena más elogiados de la actualidad a nivel internacional, el español Emilio Sagi, con escenografía de Daniel Bianco, vestuario de Pepa Ojanguren e iluminación de Eduardo Bravo. Sagi debutó justamente hace dos décadas en el Municipal y ha regresado en diversas ocasiones en la última década, más recientemente en 2014 con “Los puritanos” de Bellini -producción que hasta este pasado fin de semana estuvo presentando el Teatro Real de Madrid- y el año pasado con su memorable propuesta para “El turco en Italia”, su segundo título rossiniano en Chile (en 2009 estuvo a cargo de “La italiana en Argel”). En esta ocasión, en vez de la Siracusa de los tiempos del imperio bizantino de la versión original, ambientaron la historia a comienzos del siglo XX, muy bien reflejada en elegantes trajes y habitaciones de noble arquitectura, cuyas paredes se movían conformando distintos planos escénicos, realzados por una iluminación sugestiva, atmosférica y sugerente, aprovechando el uso de vitrales y espejos, y culminando en un cuadro final sobrio y bello como la música que Rossini compuso para ese desenlace. Como muchas piezas de esa época, además de contar con una historia arquetípica, la obra es rígida y esquemática en lo teatral, lo que incluso por momentos puede hasta hacerla monótona para más de un espectador, pero Sagi y su equipo trabajan con sensibilidad e inteligencia para lograr cautivar al espectador y mantener su atención, y si se cuenta con un reparto vocal tan extraordinario y de nivel internacional como este, no se puede dejar pasar. Es bel canto en estado puro.

Ojalá los buenos resultados obtenidos en este exitoso espectáculo ayuden a ver más representaciones a futuro de otras óperas serias de Rossini en el Municipal, como por ejemplo “Otello”, “Moisés en Egipto”, “Maometto II”, “Semiramide” y su obra maestra y último título para la escena, “Guillermo Tell”, sólo por mencionar algunas de las más destacadas. Las próximas tres funciones con elenco internacional de “Tancredo” serán el martes 26, jueves 28 y sábado 30, y además habrá representaciones con otro reparto, el llamado elenco estelar, el miércoles 27 y viernes 29.