En las redes sociales, un ciberejército de “troles” saudíes acosa y reprende a los críticos, los “traidores” y rivales del reino. Son patriotas 2.0 que, fuera de control, podrían volverse problemáticos para el gobierno, suplantando su autoridad.

El ascenso de los troles -internautas que buscan torpedear opiniones, defender a ultranza un punto de vista o determinados intereses- coincidió con el del joven príncipe heredero Mohamed ben Salmán, que simboliza la transición de un discurso religioso ultraconservador a una posición nacionalista ofensiva.

Los troles saudíes, apodados “moscas”, suelen mostrar una imagen de sus dirigentes o la bandera del reino como avatar y no dudan en denunciar a internautas a las agencias de seguridad, lo cual suele conducir a arrestos, despidos y acoso.

El exasesor de la corte real Saud al Qatani era apodado “Sr Hashtag” (etiqueta) o “señor de las moscas” porque se sospecha que estaba detrás de este ejército de troles que defienden el reino.

Fue despedido después del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado del reino en Estambul en octubre de 2018, un caso en el que su nombre salió a relucir.

Pero las autoridades parecen tomar distancias, sobre todo a través de los medios de comunicación públicos que transmiten el discurso oficial.

“Estas cuentas que utilizan los símbolos del Estado y lanzan amenazas como si contaran con el apoyo del gobierno ¿no son peligrosas?”, preguntó un presentador del canal de información gubernamental Al Ekhbariya.

“Dan la impresión de que son un gobierno paralelo o incluso más fuerte que el gobierno”, respondió el profesor universitario saudí Salih al Asimi.

“Máxima autoridad”

El debate, retomado por otros medios progubernamentales, se interpreta como una advertencia del gobierno a los troles nacionalistas.

“Estas cuentas fantasmas han resultado valiosas para los dirigentes saudíes”, declaró a la AFP Annas Shaker, experto saudí con sede en Washington.

“Pero como son cada vez más poderosas, el gobierno quiere afirmar su control y demostrar que es la máxima autoridad”, añade.

“¿Qué quieren que hagamos? ¿que dejemos de defender a la nación?”, tuiteó un trol en Twitter reaccionando al debate de Al Ekhbariya.

Algunos, incluido un príncipe, se pusieron de su parte con la etiqueta “las cuentas nacionalistas son el escudo de la nación”.

Los troles saudíes suscitan un miedo generalizado en un país donde se ha intensificado la represión contra los activistas y las voces críticas desde la llegada al poder del príncipe heredero.

Huda al Hamud, una saudí contratada para dirigir un programa del ministerio de Educación en 2017, pagó el precio, según Shaker.

Acusada de haber difundido hace tiempo tuits en favor de Catar, país rival de Riad, fue despedida unos días después del nombramiento, informa el experto.

Caballo de Troya

Para evitar estos problemas, algunos recurren a falsos arrebatos nacionalistas.

“Cada día, en Twitter, lanzo uno o dos insultos a Catar”, cuenta a la AFP un funcionario del gobierno que pidió el anonimato, porque Doha, junto con Irán, es una de las bestias negras de los troles saudíes.

“Me importa poco Catar, pero así nadie puede acusarme de ser antipatriótico si hablo en contra de otras políticas del Estado”, explica.

Arabia Saudita, con el mayor número de usuarios de Twitter en el mundo árabe, ha sido acusada de intentar manipular el contenido de la plataforma.

Dos exempleados de la firma estadounidense fueron acusados en 2019 de espiar para Riad.

Twitter ha suspendido cientos de cuentas con sede en el reino, algunas de las cuales están “vinculadas al aparato de medios públicos de Arabia Saudita”.

Pero algunos troles son difíciles de amaestrar y podrían volverse contra el régimen ahora que el país entra en una ola de austeridad debido a la crisis del nuevo coronavirus y la caída de los precios del petróleo.

“El sentimiento nacionalista fomentado por el Estado puede haber creado un caballo de Troya”, señala a la AFP Eman Alhussein, del Arab Gulf States Institute, con sede en Washington.

“Estas cuentas podrían convertirse en un desafío para el Estado”, advierte la analista.