La tartamudez es un un trastorno del habla que actualmente aqueja a 70 millones de personas en el mundo. Según la Clínica Mayo, conlleva problemas frecuentes y considerables de fluidez normal y continuidad en el habla. Algunas personas que tartamudean saben lo que quieren decir, pero tienen dificultades para decirlo.

En algunos casos, pueden repetir o prolongar una palabra, una sílaba, consonante o vocal, mientras que en otros, es posible que hagan pausas ya que han llegado a una palabra o sonido problemático.

Este “balbuceo”, es frecuente en niños pequeños como algo habitual del aprendizaje del habla, en el cual los infantes tartamudeen cuando sus capacidades de comunicación verbal en general no se han desarrollado lo suficiente como para seguir el ritmo de lo que quieren decir, aunque muchos niños supera esta tartamudez en su desarrollo.

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Sin embargo, este trastorno del habla muchas veces se vuelve crónico y persiste hasta la edad adulta, afectando el autoestima y las interacciones sociales.

Origen del tartamudeo

En la Antigua Grecia, el filósofo Aristóteles llegó a la conclusión de que las personas tartamudeaban porque pensaban más rápido de lo que podían hablar, responsabilizando a la lengua por ser incapaz de seguir la velocidad con la cual las ideas fluían.

Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XX, que los investigadores Lee Edward y Samuel Orton, desarrollaron en la Universidad de Iowa, la teoría de la dominancia cerebral, en la que se afirmaba que la tartamudez era el resultado de un conflicto entre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro por controlar el habla, según explica TTM, la Fundación española de la tartamudez.

El medio BBC Mundo, explicó que los problemas neurológicos podrían ser una de las causas de este trastorno, debido a una teoría que circuló en 1991, cuando investigadores encontraron un flujo sanguíneo alterado en las personas que tartamudeaban. Dos décadas después, se comprobaría que la causa del tartamudeo sí está en el cerebro.

J. Scott Yaruss, patólogo del habla y el lenguaje de la Universidad Estatal de Michigan, en EE.UU., cuenta al medio británico que “estamos en medio de una explosión absoluta de conocimiento que se está desarrollando sobre la tartamudez”

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Algunos neurocientíficos han observado sutiles diferencias en el cerebro de las personas que tartamudean, pero no pueden estar seguros de si estas podrían ser la causa o el resultado de la afección. Por su parte, genetistas están intentando identificar variaciones en ciertos genes que predisponen a una persona a tartamudear, pero los genes mismos son desconcertantes: sólo recientemente se han hecho evidentes sus vínculos con la anatomía del cerebro.

La Clínica Mayo explica que algunas causas radican en el control motor del habla, indicando que algunas anomalías como la coordinación temporal, sensorial y motora, pueden influir en este trastorno. Además, enfatiza en que sí existen causas genéticas, ya que el tartamudeo tiende a ser hereditario.

También, argumenta que la fluidez del habla puede verse alterada por otras causas que no tienen que ver con el desarrollo, como un accidente cerebrovascular, lesión cerebral traumática u otros trastornos cerebrales, los que pueden hacer que el habla sea más lenta.

¿Qué ocurre en el cerebro?

La causa de la tartamudez no estaría asociada a un problema estructural del cerebro, sino más bien a las conexiones que ocurren en él. Según la experta del habla y el lenguaje, y neurocientífica, Soo-Eun Chang, de la Universidad de Michigan, quien explica a BBC Mundo, “se trata de conexiones entre diferentes partes”.

“Por ejemplo, en el hemisferio izquierdo del cerebro, las personas que tartamudean, parecen tener a menudo conexiones un poco más débiles entre las áreas responsables de la audición y los movimientos que generan el habla”, dice la científica.

Dichos hallazgos, concluyen que la tartamudez puede ocasionar leves retrasos en la comunicación de ciertas partes del cerebro, afectando a las conexiones nerviosas.

Posibles tratamientos

Además de lo que el tartamudeo ocasiona en el habla, este trastorno tiene incidencias psicosociales, asociadas al sentimiento de frustración por lo poder comunicarse, generando estados de depresión y ansiedad; síntomas reflejados en actitudes como parpadeo constante, movimientos involuntarios del cuerpo, espasmos de la mandíbula, entre otros.

Según el National Institutes Of Health , no existen terapias totalmente efectivas para el tratamiento del tartamudeo. La mayoría de los casos tempranos duran poco y se resuelven espontáneamente, mientras que otros, al estar condicionados a diferentes causas, deben ser estudiados a sus necesidades.

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La terapia del lenguaje puede servir en los casos de: el tartamudeo ha durado más de 3 a 6 meses o el “bloqueo” del habla dura varios segundos; el niño parece estar luchando cuando tartamudea o se siente avergonzado; hay antecedentes familiares de tartamudeo; la terapia del lenguaje puede ayudar a hacer que el discurso sea más fluido o suave y a que el niño se sienta mejor respecto a su tartamudeo.

En el caso de los fármacos, estos no han demostrado ser útiles como tratamiento, por lo que los expertos recomiendan que lo mejor es esperar a que los niños terminen su desarrollo, antes de realizar cualquier método para “curar” la tartamudez.