Dos años después de su uso con cuentagotas en tratamientos para pacientes en estado desesperado, Francia parece decantarse claramente por los fagos, esos virus procedentes de las alcantarillas capaces de acabar con las bacterias más resistentes.

Estos fagos, presentes en el agua, “se pegan a las bacterias y las matan desde el interior”. Son armas de “destrucción masiva de bacterias”, explica el profesor Frédéric Laurent, jefe del servicio de bacteriología del Hospital de la Croix-Rousse de Lyon (centro-este de Francia), donde la AFP pudo seguir un tratamiento excepcional por fagos.

Estos virus fueron descubiertos en 1917 por el franco-canadiense Félix d’Hérelle, colaborador del Instituto Pasteur, luego de análisis realizados en el Ganges, donde en ciertos lugares desaparecía el cólera.

Aunque los países occidentales los abandonaron con el desarrollo de los antibióticos, países del Este europeo los utilizan en medicina tradicional, Georgia entre ellos.

2019, un hito

Actualmente, Francia, Estados Unidos o Bélgica se suman lentamente al movimiento. Los fagos representan una enorme esperanza ante infecciones resistentes a los antibióticos, cada vez más frecuentes. En particular, con el envejecimiento de la población, y el creciente recurso a las prótesis de cadera o de rodilla (más de 200.000 por año en Francia).

“Cuando se coloca una prótesis, hay un riesgo de 1 a 2% de desarrollar una infección, que se eleva al 30% para algunos pacientes”, subraya el profesor Tristan Ferry, especialista de infecciones osteoarticulares en la Croix-Rousse, y que encabeza un equipo de investigación clínica sobre los fagos.

Desde 2016, la Agencia nacional francesa de seguridad del medicamento (ANSM) admitió una veintena de tratamientos con estos fagos, usados como último recurso. Pero ahora desea ir más lejos, pues el organismo está convencido que estos bacteriófagos “constituyen una posible alternativa a los antibióticos que merece estudio”.

“Ahora hay que hacer pruebas clínicas para tener datos consolidados”, subraya Caroline Semaille, responsable de la dirección de medicamentos anti-infecciosos de la ANSM.

Ya desde este año, la ANSM espera otorgar autorizaciones temporales de utilización, primera etapa antes de una autorización para la comercialización. Un “hito”, según Caroline Semaille.

“Es una buena noticia, pero espero que (las autorizaciones) no se den con cuentagotas” afirma Christophe Novou, fundador de Fagos sin fronteras.

“No entiendo por qué no se hace más rápido. Hay gente que pide fagos y apenas tienen tiempo: corren el riesgo de morir o de ser amputados. ¿Qué se pierde si prueban con los fagos?”, se pregunta este hombre cuya pierna, operada 49 veces, fue salvada por este virus.

Fagoterapia

Con su asociación, Novou ayuda a pacientes a conseguir fagos en Georgia, un viaje que cuesta al menos 6.000 euros (USD 7.000). Pero advierte que si la fagoterapia no se desarrolla más rápidamente, un mercado paralelo corre el riesgo de formarse en internet.

Ese riesgo es aún mayor si se tiene en cuenta que un fago más reproducido puede matar. “Producir bacteriófagos de calidad es complejo y costoso, Los fagos georgianos no son utilizables aquí ya que no están lo bastante purificados”, según Ferry.

En Francia, una start-up, Pherecydes Pharma, trabaja desde hace diez años en fagos capaces de cuidar los estafilococos dorados, Pseudomonas aeruginosa, y pronto el E.coli. En Estados Unidos, AmpliPhi Biosciences se ha lanzado en este sector. Pero de momento ningún gran laboratorio lo ha hecho, pues los fagos no son patentables, a diferencia de los antibióticos.

Otros usos de los fagos pueden ser muy útiles: para los pies de los diabéticos, que a veces hay que amputar, o las reiteradas infecciones respiratorias de los enfermos de mucoviscidosis (fibrosis quística)

Y algunos sueñan con que un día los fagos sean precritos para infecciones banales, urinarias o digestivas. Pero será necesario evitar caer en los mismos errores pues una bacteria también podría convertirse en fagoresistente.