El observatorio astronómico Spitzer de la NASA cumplió 17 años. Dicho con la precisión que le gusta a la agencia espacial: “lleva 6217 días en el espacio y en este momento, se encuentra a 267.037.734 kilómetros de nuestro planeta”.

Este telescopio espacial fue lanzado desde la Base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en Cabo Cañaveral, Florida, el 25 de agosto de 2003. Y desde entonces, anda por alguna parte, navegando a la deriva en una elipsis orbital alrededor del Sol, observando todo un universo de polvo y estrellas ópticamente invisible desde nuestro hogar en la Tierra.

Hoy creen que Spitzer seguirá trabajando unos ocho años más todavía. “Spitzer es el último elemento del Programa Grandes Observatorios de la NASA, una piedra angular técnica y científicamente importante en el Programa de Investigación Astronómica de los Orígenes”, dice el informe oficial.

Cuando llegue el día en que se jubile, esta mole, que pesó 950 kilogramos en su lanzamiento al espacio, tiene bien merecido su paso a retiro. Gracias a este observatorio heliocéntrico, primo hermano del Hubble, hemos conocido remolinos, molinetes, galaxias en espiral, paisajes que hubiera soñado Miguel Angel para pintarlos en su Capilla Sixtina.

Sí, su misión es asombrosa. Spitzer es un telescopio infrarrojo; esto significa que puede ver a través del polvo que opaca todo el espacio. “Al ver a través del polvo, Spitzer puede identificar los viveros estelares que hay ahí afuera, donde nacen las estrellas”, explica pacientemente Suzanne Dodd.

“Desde hace 17 años, todos los días publicamos una gacetilla con noticias del Spitzer, anunciando nuevos descubrimientos, nuevos resultados. Esto es para mí lo más asombroso”, agrega el Ing. Michael Werner, científico partícipe del proyecto Spitzer y miembro del Laboratorio de Propulsión de Jets de la NASA.

Fotografías a falso color de galaxias tomadas por el telescopio | NASA

Descubrió el mayor anillo de Saturno, cientos de veces más grande que otros ya conocidos. Divisó buckyballs, jaulas de carbono que pueden atrapar otras moléculas o átomos que son como “pequeñas cápsulas de tiempo”. Trabajando con Hubble, ayudó a identificar algunas de las galaxias más distantes que hasta ahora conocemos. Hizo una lectura de alta resolución de la Vía Láctea que se tradujo en imágenes con ángulos de 360º; un panóptico que mejoró enormemente la comprensión de la estructura de nuestra propia galaxia.

Aunque sin duda, su mejor poker de ases fue el descubrimiento de los exoplanetas, los que orbitan entre estrellas. “Hemos hechos las primeras observaciones de luz de docenas de otros planetas, medimos su temperatura, la composición, estructura y circulación atmosférica. Spitzer hizo el primer mapa de temperatura de un exoplaneta caliente”, añade Werner con la modestia de los grandes.
A mediados de 2009, Spitzer se quedó sin helio, el refrigerante utilizado abordo, pero increíblemente, las estaciones de Goldstone, Canberra y Madrid, las tres Redes de Espacio Profundo (DSN por sus siglas en inglés) que reciben sus señales radiales desde el espacio, ¡nunca dejaron de recibirlas! Es como si Spitzer ya tuviera vida propia. “Su diseño de ingeniería, único, le permitió mantenerse suficientemente frío para que una de las cámaras pudiera seguir funcionando”, se enorgullece Sean Carey, líder del equipo de Soporte Instrumental.

“Hace seis años, tuve la fortuna de haber sido elegida para sumarme al equipo de Operaciones de Spitzer. Nunca olvidaré todas las noches que pasé a solas con la nave, enviándole y recibiendo sus mensajes. Podría decirse que Spitzer y yo tuvimos una relación a la distancia. Durante esos años, uno de los descubrimientos más memorables fue el de los siete planetas parecidos a la Tierra orbitando en el sistema Trappist-1. Este sistema fuera de nuestra propia Via Láctea se encuentra a 40 años luz, en la zona en donde se cree que podría descubrirse agua líquida”, relata Nari Hwangpo, una ingeniera espacial que nació en Corea del Sur y trabaja en la NASA.