Este año se cumplieron 75 años de las más atroces acciones perpetradas por la aviación de Estados Unidos. En febrero de 1945, ya Alemania había sido derrotada en su frente oriental por el ejército soviético, que aniquiló dos tercios de todo el poderío militar de los nazis, incluyendo la pérdida de unos dos millones de combatientes.

Faltaban sólo unas semanas para que Hitler se suicidara en su bunker, los soviéticos ya habían entrado a Berlín y la rendición incondicional nazi era inminente.

Pero fue en esas circunstancias que Estados Unidos, lanzó más de mil aviones bombarderos en dos oleadas, los días 13 y 15 de febrero, para aniquilar la ciudad de Dresden, en Sajonia, al sureste alemán, con miles de toneladas de bombas incendiarias y de alto poder.

Entre 25 mil y 45 mil seres humanos fueron asesinados en Dresden en esos dos días. Y hasta ahora ningún historiador de Estados Unidos o de Gran Bretaña ha podido justificar aquella acción.

Luego, en agosto, los días 6 y 9, Estados Unidos lanzó sus bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Eran ciudades sin importancia militar, un 90% de sus habitantes eran mujeres, ancianos y jóvenes menores de 16 años.

De ellos, perecieron más de 200 mil por la explosión, las quemaduras atroces o por el envenenamiento radiactivo.

Y, oiga, eso fue cuando ya Japón había sido derrotado por completo y la capital, Tokio, había sido incendiada con napalm en sucesivos bombardeos.