El miércoles pasado zarpó desde Inglaterra el velerito de 17 metros en que la colegiala sueca Greta Thunberg, de 16 años, cruzará el Atlántico Norte para asistir a las cumbres internacionales sobre cambio climático y la destrucción del medio ambiente por acción humana.

La acompaña su papá y también el joven ecologista periodista y príncipe, Pierre Casiraghi, nieto de Rainier de Mónaco y la actriz Grace Kelly, fíjese Ud.

Nada de leso, este joven no iba a perderse la ocasión de sumarse a la oportunidad de participar en algo mejor y más significativo que la aristocrática frivolidad de los millonarios europeos.

La verdad es que esa chiquillita vikinga, con un inesperado y lúcido vigor, se transformó súbitamente en la líder de miles y miles de niños y adolescentes exasperados que están mirando a sus propios padres, a sus profesores y a todos los adultos.

Los miran directo a los ojos y les preguntan: ¿Por qué están Uds. destruyendo, envenenado y ensuciando el mundo en que nosotros vamos a vivir? ¿Acaso no es hipocresía decir que Uds. aman a sus hijos, mientras nos condenan a sobrevivir en un mundo miserable, que Uds. han provocado?

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