Hace algunas semanas, se dio a conocer un análisis realizado por la institución PEW, de investigación social, en relación a la explosión demográfica mundial y sus proyecciones a futuro.

El informe señala que, en el mundo desarrollado o en vías de desarrollo, el índice de natalidad está siendo de 2,1 hijos por mujer. O sea, que un grupo de 10 parejas, o sea, 20 personas, se produce un promedio de 21 hijos.

Ese índice de natalidad mantiene el número de habitantes estable, pues los hijos reemplazan a sus progenitores cuando estos mueren. En Italia, Japón, Alemania, y la mayor parte de las naciones europeas, el índice de natalidad es aún menor, lo que lleva a una disminución gradual del número de habitantes.

En cambio, en África, América Central y gran parte del sudeste asiático, el índice de natalidad es muy superior, llegando hasta 4 o más hijos por mujer.

De hecho, se estima que en los próximos 30 años, África tendrá alrededor de 3 mil millones de habitantes. ¡El triple de su población actual!

¿Podrá África educar y generar puestos de trabajo para todos?

En realidad, se produce la paradoja de un aumento de personas que supuestamente son mercado, junto a la disminución de las ofertas de trabajo por parte de los productores.

Sin duda estamos en un atolladero. La crisis económica mundial, la contaminación brutal del medio ambiente, el agotamiento de las materias primas, y el peligro de una guerra mundial en defensa de los grandes conglomerados transnacionales, se relacionan sensiblemente, ostensiblemente con la proliferación explosiva de una población innecesaria y voraz.

Los hechos son claros. Están ahí, frente a todos.

¿Es que somos tan necios que no los comprendemos?

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