A 27 días de estallar la llamada “Crisis de Venezuela”, la situación internacional -centrada en Estados Unidos y Sudamérica- ya está alcanzando a Europa y casi toda Asia, el Caribe e Israel. O sea a casi todo el mundo. Parece tan complicada como en su primer día, pero no es tan complicada como parece.

Más bien han sido las agencias noticiosas europeas y estadounidenses las que han producido una confusión desinformante, silenciando parte de los hechos y distorsionando otros, y ello sin ocultar la estrategia comunicacional aplicada en todas las operaciones lanzadas por Estados Unidos para obtener un derrocamiento de régimen. O sea, para cambiar un gobierno establecido.

La estrategia para derrocar un gobierno comienza con lo que podríamos llamar la “monstruificación” del gobernante que se quiere derrocar. Rodearlo de un círculo de odio popular, hacer que la gente quiera lincharlo.

Se dice que (Juan) Guaidó tiene el apoyo de la comunidad internacional, y también eso es falso. En la toma de posesión de (Nicolás) Maduro como presidente reelecto, asistieron representantes de más de 80 países, incluyendo a China, Rusia, el Vaticano, la Liga Árabe, representando a Egipto, Jordania, Argelia, el Líbano, Siria e Irak, además de Turquía, Irán y Sudáfrica, entre tantos otros. Esos 80 países siguen reconociendo a Maduro y mantienen sus representaciones diplomáticas en Venezuela.

En cambio a Guaidó lo reconocen los mismos países que desde antes querían desconocer a Maduro: Estados Unidos y el Grupo de Lima -menos México- además de 15 de los 50 países europeos.

No es posible prever todavía si prevalecerá el acuerdo europeo y latinoamericano, o si prevalecerá la estrategia estadounidense de imponer un gobierno títere con Juan Guaidó, lo que, inevitable, implica una sangrienta guerra interna.

No es creíble que Rusia o China vayan a intervenir militarmente en defensa de Venezuela, pero sin duda proporcionarán un enorme apoyo logístico, y, tengámoslo claro, es posible que fuerzas armadas privadas -de la empresa rusa de seguridad Wagner- puedan ser contratadas para misiones de combate, en forma equivalente a como Estados Unidos contrató a los mercenarios de Blackwater para sus operaciones en Afganistán e Irak.

Pero está claro que Estados Unidos no querrá poner sus tropas en peligro, cuando se vienen encima las elecciones presidenciales del 2020. Cada soldado estadounidense muerto representará muchos, muchísimos votos en contra de los promotores de la guerra.

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