Este fin de semana supimos de la decisión del cardenal Ricardo Ezzati de no participar del Te Deum de Fiestas Patrias, luego que se supiera el rumor que el presidente Piñera podría no participar si no daba un paso al costado.

Se le acusa de encubrir actos de abuso sexual contra menores. Mismas acusaciones que persiguen a miembros de la Iglesia España, Irlanda, Estados Unidos o Perú.

Para los conservadores el aumento de casos de abusos se da por el relajamiento de la moral. En los procesos revolucionarios mundo la jerarquía de la Iglesia ha estado del lado del poder; así como en Latinoamérica estuvo del lado de las dictaduras.

Y hoy, siglo XXI, apoya a golpistas en Honduras y Nicaragua, además de la oposición en Venezuela.

Los curas de calle, en tanto, han apoyado al humanismo cristiano. Uno de ellos fue Juan XXIII, quien en su encíclica comprometió a la Iglesia en la defensa de la gente pobre y convocó a sumarse a las demás religiones en la búsqueda de la igualdad y una justa distribución de la riqueza.

También llamó a la unidad de los trabajadores y sindicatos, más allá de las fronteras, para decidir su porción de la riqueza que producen.

Sin embargo, tanto Juan Pablo II como el papa Benedicto XVI trabajaron por la demolición de estas ideas y la eliminación de sacerdotes considerados como revolucionarios.

Por eso, la llegada de Francisco -primer latinoamericano reinante- ha causado temor a que renazcan etas ideas. Lo acusan de ser cómplice de movimientos de revolución sexual y complaciente con la sodomía.

En sí, lo acusan de despojan a la iglesia católica de su aparato aterrador que lo ha hecho fuerte todo este tiempo y de ser seguidor de Juan XXIII, a quien le imputan haber robado el trono de San Pedro en complicidad con los masones.

Las profecías de Juan XXIII, dadas a conocer recién en 1976, incluyen el asesinato del presidente Keneddy.

Pero hay dos que aún no se han cumplido. La primera, anuncian una revolución mundial en contra de los poderosos que se han adueñado de toda la riqueza y que intentan esclavizar a los pueblos del mundo.

Y segundo, la llegada del Apocalipsis o del fin del mundo, al menos como hasta ahora lo conocoemos.

Esto llegaría cuando se cumplan 20 siglos más la edad de Jesús, o sea, en 2033.

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