Los países de América pasan tiempos complejos. En Argentina, está repitiéndose el desastre neoliberal de 2011, que redujo al país al default internacional internacional en condiciones de parias financiero y que llevó a la renuncia de tres presidentes, hasta la llegada de Néstor Kirchner, que sacó del hoyo a su nación.

En Brasil, ya no disimulan. El expresidente Lula continúa preso, a pesar que la Justicia invalidó los cargos en su contra. Lo que se busca es impedir que sea nuevamente candidato presidencial.

Pero el verdadero remolino político está en la América tropical, donde están saliendo pruebas concretas sobre la continuada intervención de Estados Unidos y sus efectos económicos, sociales y políticos.

En Venezuela el Gobierno ha invitado a organismo internacionales a participar como observadores técnicos del proceso de elecciones. También se invitó a las Naciones Unidas, pero el organismo declinó asistir, señalando que el sistema electoral venezolano no presenta ningún problema que amerite una inspección.

Estados Unidos por su parte ha realizado las más extremas presiones para evitar que otras naciones envíen observadores y ya adelantó que no reconocerá el resultado.

Un mal herido México avanza hacia las elecciones generales de su país. En los últimos seis meses han sido asesinados 90 candidatos a diputados o alcaldes. Los periodistas internacionales acreditados en México concuerdan que en esta campaña política los asesinatos o toma de rehenes muestran cómo el crimen organizado está manipulando la designación de nuevas autoridades, con miras a que parlamentarios y alcaldes sean dóciles al servicio de las pandillas o carteles.

En Nicaragua continúan las protestas, con ataques a oficinas públicas e incidentes de extrema violencia, con más de 40 muertos. Pese a esto, al parecer, una vez más el Gobierno sandinista está logrando un entendimiento general que le ha valido incluso el apoyo mayoritario de personalidades de la clase empresarial de su país.

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