En la vorágine de tantos atentados terroristas, el del miércoles pasado en la pequeña ciudad estadounidense de Alexandria podría haber pasado como algo insignificante.

Allí, un militante demócrata disparó a congresistas republicanos que se preparaban para un partido de béisbol.

La noticia cayó como un balde de agua muy fría y muy sucia para el Partido Republicano.

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