En la familia o el pololeo, la violencia contra la mujer es cruel e inadmisible y debe ser castigada; pero aún más, la furia enceguecida e irracional hacia una mujer indefensa, en un completo desamparo y sin ninguna posibilidad de defenderse, sufriendo daños corporales irreparables, constituye una acción criminal que exige una drástica sanción social del país y un castigo ejemplar del sistema de Justicia.

En el caso de Nabila Riffo hubo una barbaridad tan siniestra que sufrió lesiones irreparables; al quedar inconsciente por los golpes, permanecer en estado de coma, deformarse su rostro y perder la visión su vida quedará marcada por una huella terrible. Por tanto, la interpretación jurídica no puede ser contemplativa de la conducta del agresor y renuente al rigor propio de la responsabilidad que emana del sentido profundo del hacer justicia. Ese valor esencial no puede ni debe ser defraudado. Es algo muy profundo, se trata de la propia legitimidad de la acción del Estado.

No es el camino confundir la justicia con la venganza, pero tampoco es lo justo vaciar de su contenido práctico y concreto la labor de los Tribunales de Justicia. Ningún Poder del Estado o institución puede hacer dejación de la responsabilidad que tiene.

Ante un hecho tan horroroso, -como la increíble crueldad que sufriera Nabila Riffo, en su integridad física y moral, así como en su condición de madre y mujer-, en su caso al invalidarse la calificación de “homicidio frustrado” las víctimas serán defraudadas y para los agresores será una actitud vacilante y no la recta aplicación de la sanción que jurídica y socialmente está establecida por el Estado.

No cabe duda que, la impotencia y la pena invadirá muchos hogares, para los que una sanción severa representaba una posibilidad, una señal, que hiciera recapacitar a un agresor y que una familia pudiera rehacerse, escapando del horror de la violencia asesina. Por ello, tras este fallo ha estado la esperanza de decenas de miles de personas, víctimas de la violencia contra la mujer; aquellas que sufren los vejámenes y humillaciones y también sus familias, en especial, niñas y niños atrapados en ese círculo infernal que es la violencia intrafamiliar, que cada año es responsable del asesinato de decenas de mujeres chilenas.

Lo más grave es que se entra en una ruta en que se avanza hacia la “ley de la selva”, en que la invitación no puede ser más peligrosa: que cada cual haga justicia por su propia cuenta. Llegados a ese punto el Estado pasa a ser un factor decorativo e impotente, eso es lo que hay evitar, actuando a tiempo.

Camilo Escalona Medina
Expresidente del Senado
Vicepresidente Nacional del Partido Socialista