Como se sabe, a través del artificio de sociedades “off shore”, radicadas en Panamá, el mega millonario y candidato presidencial de la derecha, Sebastián Piñera, adquirió por unos cuantos millones de dólares un territorio de 120.000 ha. ubicado al sur de la isla de Chiloé, en la comuna de Quellón, que equivale a más de la octava parte de su extensión total.

Fue una operación financiera habitual en expertos que burlan los impuestos establecidos en la legislación que nos rige. Esto es actuar fuera de Chile y evadir el pago de dicha obligación tributaria. Por algo fueron a finiquitar la transacción en un “paraíso fiscal”, precisamente porque permiten esas maniobras que escapan de la legislación de los Estados de cada país. Al hacerlo así, “en una pasada” los que vendieron y el que compró burlaron al Estado de Chile en varios miles de millones de pesos.

Esto ocurrió el año 2004. Quien había sido senador y aspiraba a la Presidencia de la República, no sólo procedía violando la Ley tributaria, sino que además hacia tabla rasa de la historia nacional y de los compromisos históricos contraídos en el Tratado de Tantauco, que en 1826 incorporó formalmente Chiloé al territorio nacional, indicando expresamente en sus artículos 6 y 7, que los bienes y propiedades de todos los habitantes que se “hallan actualmente en esta provincia” vendrían a ser “inviolablemente respetados”.

El vencedor, Ramón Freire a la cabeza del Ejército expedicionario de Chile, fue generoso con el vencido que defendía la última posesión del imperio español en el sur del continente. La batalla fue cruenta y dura, sin embargo, el combatiente que prevaleció en la contienda no perdió su humanidad, reconoció la libertad del derrotado y no cayó en ninguna oprobiosa forma de opresión o sojuzgamiento, respetando a los huilliches, el pueblo originario de esa región de Chile.

La memoria y la palabra de Ramon Freire, Director Supremo de Chile, que combatió y ganó ese territorio, comenzaría a ser violada y socavada desde comienzos del siglo XX en adelante, por una oligarquía semi feudal que fue apropiándose desde el Estado de las tierras, traspasándolas a propietarios que a título individual o de razones jurídicas diversas las tomaron, explotaron y convirtieron en su propiedad exclusiva, expulsando a las comunidades huilliches que eran sus habitantes ancestrales.

Con el tiempo, llegó también el millonario Sebastián Piñera, que no pudo evitar la codicia de apropiarse de esas formidables riquezas naturales y ser uno de aquellos detentores de tierras ilimitadas, para eso invirtió una fracción menor de su fortuna. Se lució a sus anchas. En su helicóptero llevó visitantes que fueron deslumbrados por el poder de este señor feudal del siglo XXI. Le resultó un negocio financiero y mediático espléndido.

De modo que su afán de posesión y de opulenta riqueza no admite dudas, por mucho que lo intente disfrazar con un recién descubierto, pero vacío “amor” a la naturaleza. Es tanto que el alcalde de Quellón ha denunciado su pretensión de recibir un pago o compensación por unas parcelas que reclaman las familias que allí residen desde que tienen memoria. Los hechos no resisten tanta hipocresía.

Por ello, ante la flagrante violación de un instrumento jurídico e histórico, como el Tratado de Tantauco, quien aspira a volver a la Presidencia no puede sino entregar esas tierras al Estado, para que sean devueltas a la etnia huilliche, eso es lo que legítimamente corresponde.

Un inmigrante avecindado en Chile, Douglas Tompkins, al donar el Parque Pumalin, que en la Patagonia asumió dimensiones inabarcables, hizo mucho más siendo su obligación mucho menor, que aquel que se auto erige en “hombre de Estado”.

Nadie se humilla por la patria, dijo O’Higgins, de modo que un acto de modestia de Piñera, haciendo dejación de lo que no debió tomar ni adquirir o comprar, vendría a ser una acción reparatoria que le reportaría más que todas las explicaciones que a cada rato debe entregar sobre su fideicomiso comiso ciego para administrar sus inversiones, el mismo recurso en el que nadie cree. Para ser creíble debe entregar un patrimonio que la nación chilena históricamente comprometió, que simplemente no le corresponde.

Camilo Escalona Medina
Expresidente del Senado
Vicepresidente Partido Socialista de Chile