En declaraciones dominicales en Canal 13, Sebastian Piñera, consiguió la atención pública al definir como de naturaleza “doméstica”, es decir, de menor jerarquía e importancia el caso de espionaje electrónico descubierto en la Sofofa, la entidad empresarial del sector industrial del país.

El candidato de la derecha señaló que sus dichos provenían de “fuentes confiables”, tanta seguridad y soltura de cuerpo en el presidenciable tuvieron su efecto y sus afirmaciones se extendieron como mancha de aceite sobre un escenario de por sí resbaloso y complejo, tanto que sus propios pares del empresariado se han quejado abiertamente ante esta evidente displicencia e irresponsabilidad comunicacional.

En efecto, al negar que haya otras implicancias de carácter político o de espionaje industrial, Piñera ha debido soportar que se le acuse de echar más pelos en una sopa que, dicen sus críticos, ya tiene demasiados. En este caso, su incontrolable afán de protagonismo le están jugando una mala pasada.

Pero, la Fiscalía ha descartado citarlo a declarar. ¿Porque? Ante un hecho que irrumpió en la Agenda pública con rasgos bombásticos, ¿se justifica que un personero tan reconocido como un ex Presidente, se permita reducirlo, como se dedujo de sus declaraciones, a un “lío de faldas”?

Además, ¿quienes son sus fuentes?, ¿se trata de un simple chisme en una conversación de sobremesa, en medio de los bajativos, o de quitarle significación a un hecho grave y delicado en la cúpula empresarial?

El trato de privilegio que recibe Piñera al no ser llamado a declarar deja planteada la duda. Si se quiso lucir a costa de esta situación o si había otra intencionalidad debiese ser aclarado como corresponde.