A propósito de las reyertas feministas que se han tomado las calles santiaguinas para exigir derechos históricamente negados, como por ejemplo el derecho a la autodeterminación, ha quedado en evidencia que el espacio público no es un lugar seguro para las mujeres. De la edad que sea. La que se atreva a desafiar el establishment alzando pacíficamente banderas de lucha se expone ipso facto al escarnio solapado de los trolls de redes sociales –que piden que las “tetadas” sean a “rostro descubierto” o incluso que las feministas se maten–, al ninguneo de personajes de radio y televisión con pretensiones intelectuales, a que se diga que la demanda por aborto libre es en realidad un mero “tirar el poto a la chuña”.

Ahora resulta que también se exponen a puñaladas en diversas partes del cuerpo. La ciudad se convierte en un lugar hostil para las mujeres, las repudia y desdeña. Ojalá las pudiera destruir o al menos empujar a discreción por una superficie lisa y con límites bien delineados, con la esperanza de que caigan todas juntas en las profundidades de las oscuras y mortíferas aguas. Las plazas, parques y avenidas se transforman de pronto en un campo minado donde hay que ir pasando con el máximo sigilo, ya que en cualquier momento puede estallar la bomba.

Las plazas chilenas ¿Las mejores del mundo?

Hace un par de semanas, una mujer fue atacada sexualmente por un grupo de hombres -que incluía a menores de edad- en el Parque de Los Reyes, en pleno Santiago Centro. Y es que después de las 17:00 horas, algunas calles chilenas resplandecen únicamente gracias a los faroles de los autos. Porque no es atípico toparse con áreas completas del Parque Forestal, Balmaceda y Uruguay con luminarias apagadas o rotas, con arbustos tupidos de hoja perenne donde se esconden desde perros callejeros, parejas haciendo cruising y desalmados que aguardan el momento preciso para atacar a una mujer sola y/o acompañada.

Eso de que el victimario es “un conocido de la víctima” parece derrumbarse con los nuevos métodos de ultraje y violación del cuerpo femenino, desafiando años de investigación en el área de la criminología y la psiquiatría forense. El victimario se apropia del espacio público, incluidas las mujeres, que son algo así como parte de ese paisaje, lo mismo que los rododendros, las palmeras y la chépica estropeada por la meada y la vomitadera de la jarana de la noche anterior. Y, sin embargo, la bruta sigue siendo ella, porque “para qué se expone, a las 11 de la noche”, “quizá en qué andaba metida”. “Le pasó por lesa”.

Chile, el país donde las víctimas cargan con todas las culpas. Chile, el país donde el acoso callejero llega a un punto tan alto que alcaldes de ideologías opuestas han debido tramitar ordenanzas municipales, a fin de castigar a quienes creen que es bueno manosear a una mujer o hacerle pebre la autoestima a punta de lisonjas malintencionadas ¿Por qué no cierran la boca?.

…A las mujeres las manosean por detrás y por delante, por arriba y por abajo, da lo mismo si están ahí…
- Aníbal Venegas

El mayor sometimiento al patriarcado en el espacio público ocurre en el momento en que la ciudad se entrega a la masificación de los espacios, porque todos y todas deben entrar y salir del trabajo/colegio/universidad exactamente a la misma hora, con sus minutos y segundos bien contados. Los mansos corderos son al establo, la montaña, otra vez el establo y ahora la alfalfa, lo que mujeres y hombres son a la oficina y manzana donde se erige el edificio que la contiene, otra vez la oficina y ahora para la casa de una patada apretujados en el Metro.

A veces hay niños amorosos de por medio que rabean y pegan sendas patadas en las pantorrillas de las mamis. Y todo esto, sin ninguna otra razón más que el sinsentido que guía la mayor parte del quehacer nacional. Entonces en las esquinas de la jarana y la dictadura del lumpen musical que se toma espacios como si les pertenecieran en tanto realizan su arte ahí mismo (Lastarria, Bellas Artes, Parque Forestal, etc.), a las mujeres las manosean por detrás y por delante, por arriba y por abajo, da lo mismo si están ahí.

Las pocas rebeldes aguardan un ratito más, ni idea si la Bip estará cargada, un buen cigarro fumado en el parque alarga el plazo máximo para llegar a la casita fea, sin mayor pretensión estética que las dichosas ventanas termopanel. Para eso se trabaja y se somete uno durante 8 o 12 horas diarias. Los 365 días del año, restando algún feriado o si se tiene suerte, una licencia médica.

¿No es posible implementar un plan estratégico para permitir que estas situaciones de abuso y sometimiento cesen de una vez por todas?
- Aníbal Venegasí

A alguien se le ocurrió la idea de separar los carros del metro por sexo, a fin de evitar la exposición al manoseo y el abuso. Quien escribe vivió en India una buena temporada y en ciudades como Delhi y Mumbai, el metro está efectivamente separado por género. Al menos en materia de acoso sexual directo las cifras no han disminuido, simplemente se han acotado más los lugares donde se puede abusar de la mujer de manera directa.

¿Hay que llegar a esos límites? ¿No es posible implementar un plan estratégico para permitir que estas situaciones de abuso y sometimiento cesen de una vez por todas? La solución –pienso– debe ir de la mano de un profundo y revolucionario cambio a nivel curricular en las escuelas, donde el énfasis sea puesto en cursos que incluyan sí o sí una perspectiva feminista de la educación, es decir, que se enseñe que las mujeres no son objetos –cosificación– y que no son propiedad de otros, sino únicamente de sí mismas.

¿Cuan revolucionario sería establecer un sistema que estimule la imaginación y por lo tanto la empatía, la solidaridad, la compasión y el amor por el otro? ¿Cuan beneficioso resultaría promover el Shramdaan, es decir, dedicar una hora del día al servicio del otro para demostrar mi respeto y admiración en tanto ser humano? Quizá ese sea un punto de partida.

Aníbal Venegas