¡No a la calle!

Nos dicen que ‘hay que escuchar a la gente pero no a la calle’; como si los que marchan hubieran perdido su condición de gente al bajar de la vereda y transformarse en una marcha. El ‘no a la calle’ es un sí a los pasillos. Es el reemplazo de lo público por lo privado. Es la recuperación de la política que puede hablarse al oído, con la ‘gente como uno’.