Aquí se muestra cómo varios relatos breves y con vida propia se pueden convertir en una gran historia y también en uno de los montajes más destacados de la temporada.
No sólo por la fuerza temática de la obra, que alude a experiencias de niñas y niños que sufrieron situaciones de violencia e injusticia social.
También por esa cadencia que le imprimió Trinidad González (La reunión, Pájaro), destacada autora, directora y actriz de una propuesta con escenas que vibran tanto en los momentos más íntimos como cuando desarrollan un mayor despliegue.
Una experiencia muy especial, cuyo título aporta un espacio, un ambiente y una dimensión cultural que contempla música y baile, además del humor que asoma, incluso, en los momentos más tristes de la vida.
Todo en función de la infancia, tema delicado, abundante en vulnerabilidad y abandono, por tanto, siempre en riesgo de ser asumida con lástima o demagogia.
Cuerpos y voces
De niños y niñas son las voces que habitan este carnaval de sentimientos y emociones, expresadas con ternura, una cuota de humor y esa cierta ferocidad que también emana de la franqueza y la inocencia infantil.
Matteo Citarella, Trinidad González (dos grandes actuaciones) y Tomás González las transmiten sin imitar ni caricaturizar las formas infantiles de hablar, lo que habría sido nefasto en una propuesta que señala al sistema social y económico imperante como el causante de estos dolores.
Sus voces adultas se escuchan enteras, pero dotadas de ritmos y tonalidades que recogen el temor y la inseguridad que sienten seres humanos que están sujetos a la inmigración forzada, la pobreza, la violencia y el abandono.
A eso los actores agregan un gesto corporal que da cuenta del frío, la incertidumbre y de los mecanismos instintivos para defenderse de las agresiones sociales.
Esto es clave para dar credibilidad al diálogo nocturno entre dos hermanos con el guardia fronterizo, a las alusiones al trabajo esclavo de niños en subterráneos o en barcos para eludir los controles o lo que siente y piensa una niña, obligada a casarse con un hombre mayor, entre otras historias.
La modulación de los movimientos corporales y de la emisión de las voces son fundamentales para pasar de la intimidad más profunda a la expansión performática.
Con el apoyo de una iluminación en la que predomina cierta penumbra (Nicole Needham), la obra crea un universo dramático que se construye y fusiona como si fuera un collage.
Por allí navegan relatos universales y una musicalidad con aires contemporáneos, barroco, árabe o altiplánico, de Tomás González.
En este sentido, el montaje aprovecha el perfil multifacético y la fuerza telúrica del carnaval que arranca desde las raíces del ser humano: junto con conmover, agrega una dosis de ironía al constratar una fiesta popular con las ansias básicas de sobrevivir.
Exorcismo y catarsis, denuncia y conciencia social se advierte en este extraordinario montaje (co producción con el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado), donde el vértigo nace y se expande desde lo poético, lo material y de niños y niñas en abandono en el mundo de hoy.
Sala La Comedia. Merced 349. Fonos 2 2639 1523 / 2 2639 2101. 14, 15, 20, 21 y 22 de septiembre, 20.30 horas. Entrada general: $ 7.000; estudiantes $ 4.000. Hasta 22 de septiembre
