15-08-2018 a las 09:22

Paisajes para no colorear: tan fuerte como dispuestos estemos a escucharla y verla

Publicado por: Ezio Mosciatti

Paisajes para no colorear, GAM (c)

La obra, que está en cartelera hasta el 19 de agosto en el GAM, presenta a 9 jóvenes -no “actrices”- de entre 13 y 17 años que interpretan un guión construido en forma colectiva a partir de testimonios de 100 pre-adolescentes y adolescentes, incluidas las que suben al escenario.

Con la dirección de Marco Layera (Teatro La Re-Sentida, La imaginación del futuro), la obra juega en casi todo momento entre puesta en escena y testimonio, entre vivencias y discursos que parecen “hechos”, entre realidades duras (y, algunas, crudas) y deseos. Deseos legítimos, necesarios. Entre opresión y liberación, entre realidad gris y sueños, juventud.

Sin embargo, Paisajes para no colorear resulta “auténtica”, incluso en las frases y discursos que parecen “hechos” (casi como consignas de la calle, de las marchas, los mensajes de redes), porque sale con fuerza y convicción desde estas jóvenes.

Cuando una obra provoca e interpela sobre violencias cotidianas, normalizadas, cada espectador verá cuánto escucha y ve, y cuándo empezará -o no- a rechazar, a criticar producto de las molestias e incomodidades que pueda provocarle. Paisajes para no colorear cae en este grupo…

Paisajes para no colorear, GAM (c)

La percepción dependerá de la capacidad de escuchar esos dolores y humillaciones sin sentirse atacado

En este sentido, la percepción de Paisajes para no colorear va a depender posiblemente en mayor medida que en otras obras de la capacidad de mirar y escuchar del espectador, porque ellas -la obra y sus nueve itérpretes- interpelan a las violencias que sufren, que han sufrido o que otras jóvenes de sus edades han sufrido. Y algunas son brutales (como, por ejemplo, aquella del bullyng). E interpelan con rabia, frustración, dolor. Algunas veces con ironía.

Hay escenas muy bien interpretadas, y eso desconcierta porque uno no sabe si es “ella misma” (en una catarsis autointerpretándose) o está actuando. Genera empatía y dudo que algún espectador -hombre o mujer, independiente de su edad o de su clase social- no se haya sentido identificado con más de alguna escena o texto. Y por supuesto, debe ser muy diferente para hombres que para mujeres, porque saca a luz vivencias íntimas que deben ser comunes a muchas y uno, como hombre, ha visto o vivido pero desde la otra vereda.

De acuerdo a las percepciones, la obra puede caer en “errores” o “excesos”. Son jóvenes -y es bueno que quienes ya no lo somos recordemos esos años- y no son actrices. Tienen ganas de decir, de expresarse, y lo hacen -en gran medida- de muy buena forma.

Siendo parcial en lo político (admitiendo que no tiene por qué expresar todo el espectro político), pone muy bien en contexto a Lavín en su política formadora de padres y madres… para dejarlo descontextualizado. Faltó, quizás, incluir otros sectores políticos.

Otro aporte de la obra es que, a nuestro juicio, rescata formas actuales de comunicarse, como es el uso de cámaras de celulares, expresarse a través de redes, etc.

Paisajes para no colorear, un enfoque democrático, social y de género

No teniendo la “genialidad” de la idea de “La imaginación del futuro” (Salvador Allende en un momento de crisis asistido por un gabinete y asesores con las lógicas actuales), como idea de teatro y su contenido (de creación colectiva a partir de un gran proceso participativo e integrador) resultan mucho más eficaces.

Paisajes para no colorear, GAM (c)

Paisajes para no colorear

Dramaturgia: Creación colectiva a partir de 100 testimonios de adolescentes
Apoyo dramatúrgico: Anita Fuentes y Francisca Ortiz
Dirección: Marco Layera
Elenco: Ignacia Atenas, Sara Becker, Paula Castro, Daniela López, Angelina Miglietta, Matilde Morgado, Constanza Poloni, Rafaela Ramírez y Arwen Vásquez.
Hasta el 19 de agosto
GAM

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