Aquí, cada personaje se aferra a lo que puede orientar aquellas acciones que sólo llenan sus expectativas cotidianas… Y es lógico porque responden a una premisa de Lukas Bärfuss.

El dramaturgo suizo plantea la ausencia de ideales superiores en la sociedad contemporánea –hoy llamadas utopías, como si fueran objetivos inalcanzables- a través de pasajeros que viajan a ninguna parte.

En este montaje de la cia. Teatro La Puerta, que dirige Luis Ureta, el autor también agrega problemas más pedestres, como enfermedades, drogas, fe y cierto fanatismo religioso…

Y todo como parte de una especie de travesía por el desierto inclemente que puede matar o redimir, aunque sea breve y arriba de un bus.

En este ambiente de incertidumbres y seres patéticos, extravagantes, crueles y oportunistas se mueve una joven que subió al bus por error y que sufre el rechazo de todos cuando reconoce no tener dinero para el pasaje.

La cia. Teatro La Puerta fue fundada en 1991 por Luis Ureta, destacado director con más de treinta producciones en su trayectoria, entre otras, Los monstruos, Informe para una academia, Heidi Hoh ya no trabaja aquí.

Seres reconocibles

En una zona pantanosa se desarrolla esta comedia negra con aristas de suspenso, protagonizada por seis personajes y sus motivaciones subterráneas.

Alude a seres y conductas reconocibles por la dispersa gama de formas de pensar que son movidas por fuerzas centrífugas que aprovechan la inexistencia de una matriz de ideas y objetivos que las organice.

Un ambiente de grandes exigencias para director y elenco, de modo que los rasgos individuales, a veces estereotipos, se articulen dentro de la diversidad.

Para lograrlo resultan vitales Jaime Omeñaca y Tichy Lobos, ya que aportan un gesto corporal que otorga naturalidad y humanidad al perfil más bien frío del humor que maneja el director.

Tahina Johnson, Carlos Ugarte, Juan Pablo Miranda y Macarena Silva también responden bien en esta cuerda con aristas performáticas y cambios emocionales, propios de cuando uno se queda a la deriva.

Luis Ureta ejerce una opción singular e interesante cuando asocia a las convincentes manifestaciones de religiosidad popular del norte de Chile, la conducta desbordada que tiene para vivir su fe la joven que se equivocó de microbús y viajaba, por mandato de un ángel, a la fiesta de una santa.

Una certeza obsesiva que los demás pasajeros rechazan, sólo porque les impide llegar pronto a destino, que justifican con verdades engañosas que disfrazan conflictos propios sin resolver.

Tal vez como se sabe que sólo en ciertas encrucijadas históricas resulta inevitable y consecuente morir por un ideal, la obra deja circulando interrogantes sobre si el individualismo actual ayuda a generar visiones comunes y un ánimo colectivo que contemple solidaridad y sacrificio.

En este viaje junto a esta fauna humana el espectadores encontrará con códigos que la sociedad utiliza para manipular seres que, pese a todo, no dejan de ser humanos.

Teatro Finis Terrae. Pocuro 1935. Viernes y sábado, 21.00 horas; domingo 19.00 horas. Entrada general $ 7.000; estudiantes y adultos mayores $ 3.500. Hasta el 3 de junio.