Para un sector europeo, África es un continente perdido, si se considera que su desarrollo es casi imposible, como consecuencia de la extensa y profunda miseria y atraso que dejó la colonización, precisamente, de los países del viejo continente.

Este contexto es indispensable para conectarse con esta obra de la dramaturga catalana Lluïsa Cunillé, cuyo relato se centra en el diálogo actual de un empresario con un africano que le suplica que dé trabajo a su hijo, cualquiera sea, para sacarlo del África de hoy y acceder a alguna esperanza de vida.

De este modo, la dramaturga propone un encuentro que refleja que la relación entre ambos mundos sigue siendo la mismo: el africano nunca aparece en escena, invisibilidad que envuelve el desprecio occidental hacia los condenados de la tierra.

Sin embargo, el padre desesperado se hace escuchar… a través de la intérprete, el tercer personaje de la obra que, sentada de espalda al público, asume la voz de este sin voz contemporáneo.

De frente, de espaldas

La obra se desarrolla en un ambiente europeo, un hotel en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo (ex Zaire).

Allí, Katty Kowaleczko encarna a la intérprete que ha sido contratada por un empresario del coltán, rol del actor y director de la obra, Alejandro Castillo.

Paréntesis fundamental: el coltán (abreviatura de colombita y tantalita), un mineral estratégico para las industrias aeroespacial, microelectrónica y telecomunicaciones, que tiene grandes yacimientos en el Congo, ha sido el motivo de sangrientos conflictos geopolíticos en este territorio, con millones de muertos, encubiertos como luchas tribales, en los que intervienen países africanos y transnacionales de EE.UU. y Europa.

En este trasfondo se instala la dramaturga para denunciar el sacrificio de los llamados “niños de la guerra” y justificar por qué el hombre invisible quiere salvar a su hijo.

"Después de mí, el diluvio" | FatMedia
“Después de mí, el diluvio” | FatMedia

Alejandro Castillo, un director que privilegia la palabra y el texto en sus producciones, propone una obra donde el diálogo reina por sobre la estructura formal.

En un espacio escénico mínimo y pocos desplazamientos, la historia transcurre como un susurro del alma en cuya dialéctica se intenta engarzar necesidades y valores de mundos opuestos.

La ausencia física de un personaje no genera un ambiente global desbalanceado ni rebaja la fuerza del reclamo africano, menos su carga dramática.

Clave es la hermosa voz de Kowaleczko que, más allá de su rol funcional, llega al público eufónica y llena de suaves matices cuando traduce las palabras del hombre que no está en escena.

Su texto, además, llega entero, con todos sus detalles, aunque ella se encuentra de espalda al espectador, marcando sin exagerar su intencionalidad, lo que hace más creíble este relato con tema contemporáneo, sencillo, profundo y vital.

Mori Bellavista. Constitución Viernes 21.30; sábado 20.30 y domingo 20.00 horas. Entradas: viernes $ 10.000, sábado $ 12.000 y domingo $ 8.000. Hasta el 16 de diciembre