No deja de extrañar el abstracto título de un montaje que alude a iniciativas y tecnologías que se relacionan con algo tan concreto e invasivo en la vida cotidiana como es la publicidad.

Wayra es una academia que impulsa el desarrollo de nuevas empresas en beneficio de la que financia, mientras que protools es una estación de trabajo audio digital para grabar, editar y mezclar pistas múltiples de audio y midi (esta última, permite comunicarse entre sí a instrumentos musicales, computadoras y otros dispositivos electrónicos).

En íntima relación con este ambiente cibernético instaló a los personajes de su obra la dramaturga Lucía de la Maza (“Color de hormiga”, 2003, Premio Consejo del Libro, “Protocolo”, 2011).

Son cuatro locutores que, encerrados en un laboratorio, forman parte de un experimento de publicidad que busca nuevas maneras de llegar al público y acrecentar las ventas.

Un proceso que irá revelando conductas compulsivas y competitivas, ciertos valores de la sociedad actual y, quizás lo más importante, la manipulación que implica la publicidad y los oscuros intereses de quienes la digitan desde la sombras.

Humores y secretos

Y todo en tono de comedia negra, a través de actores que son también locutores profesionales y dueños de voces que publicitan diversos productos de consumo masivo en la radio y televisión de hoy –Braulio Martínez, Daniel Isler, Alejandra San Martín y Simón Cottet-, lo que le da al montaje una indudable actualidad.

Con la dirección de Mario Cáceres (“Varas”, 2013, “Cartagena”, 2015), los quiebres y cambios de dirección del relato en este dislocado y dinámico montaje mostrarán una jornada de trabajo en la locución publicitaria, las alternativas ideológicas que surgen y se confrontan, y cómo afecta a los mismos involucrados.

El humor, lo estrafalario y ridículo, la comedia y lo dramático aparecerán junto con las crisis ideológicas y de identidad, las sesiones de grabación y los crípticos (y humillantes) sistemas de evaluación personal que se utilizan en este experimento.

Coopera a este ambiente poco cotidiano y enervado el diseño escenográfico de Pablo Llao, ordenadamente atiborrado de elementos computacionales y radiales en un panel semicircular cuya intermitente sonoridad y luminosidad acentúan la sugerencia de estar en el secreto comando de una estación espacial.

Sin duda, que las voces de estos actores-locutores juegan un rol esencial en un montaje que necesita un espectador muy concentrado para encontrarse con las pistas que entrega una obra hiperkinética y cambiante.

Única manera de conectarse con su sentido final: que detrás de los experimentos para mejor publicitar y vender un elemento esencial para la vida, como el aire (o el agua o los recursos naturales) parecen moverse poderes que buscan algo más que ofrecer una ganga.

Teatro Sidarte. Ernesto Pinto Lagarrigue 131. Miércoles a sábado, 21.00 horas. Entrada general $ 6.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000. Hasta el Sábado 3 de diciembre.