Extraordinaria vigencia contemporánea y pleno sentido como propuesta artístico-ideológica tiene la monumental producción que los Hermanos Ibarra (Gopal y Visnú) lograron con “Numancia”, en homenaje a los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes y Saavedra.
Un montaje no sólo inquietante por subir a escena a 87 personas (entre ellos, sólo 27 actores, músicos y bailarines profesionales), sino porque eleva a premisa artística una decisión todavía más riesgosa: incorporar como coro o elenco ciudadano a 60 hombres, mujeres y niños sin estudios escénicos, seleccionados en audiciones públicas.
Una opción que los directores enarbolan con fuerza: “Ya no se trata de hacer un arte para la sociedad, son los propios ciudadanos quienes accionan el arte”, dicen.
En conjunto, los Hermanos Ibarra asumen riesgos de verdad, no la experimentación vacía y/o arbitraria. Tienen como soporte su propia trayectoria (“Víctor sin Víctor”, entre otras obras) y la intervención de especialistas de la música y el canto.
Esta propuesta, además, transforma una tragedia colectiva en una musical, con la difícil misión de cantar fragmentos de un texto original en verso.
Libertad y dignidad
Como una metáfora de la confrontación entre el poder y los oprimidos plantean los Hermanos Ibarra esta adaptación de “El cerco de Numancia”, minucioso relato sobre un hecho real que escribió Cervantes en 1585. Alude a la agresión, en el siglo II A.C., del ejército romano contra el celtíbero pueblo numantino, ubicado en la actual España.
Un grito de libertad recorre todos los rincones de este montaje cuando simboliza la lucha de 2 mil 500 personas por conservar su independencia frente a una maquinaria de 60 mil soldados.
Libertad y también dignidad, porque en su interior subsiste una llama que rechaza la supremacía bélica de las bestias acorazadas que cercan y necesitan arrasar a la población para dominar.
Tanta fue el hambre, la sed… y la dignidad del pueblo que el suicidio colectivo fue una decisión visceral en defensa de la soberanía popular, siempre amenazada a través de tiempo.
Este relato triste que protagoniza el pueblo de Numancia, como personaje colectivo, tiene música original de Diego Belmar y arreglos orquestales de Daniel Salas.
Incluye ritmos y sonoridades latinoamericanas, e instrumentos contemporáneos que acercan la historia al público de hoy. El vestuario, entre evocativo y corriente, abriga y sugiere esa solemne sencillez asociada a las grandes decisiones.
Annie Murath, en la dirección vocal, es fundamental para lograr que el canto colectivo se acercara lo más posible a una sola voz, una exigencia tremenda que se enfrenta con gran profesionalismo.
Un montaje multitudinario que adolece de algunas imperfecciones interpretativas predecibles, cuyo resultado final conmueve por la entrega y porque tiene un ejemplar buen nivel artístico para un género que no tiene mucho desarrollo en nuestro país.
Centro Cultural Gabriela Mistral (Gam). Alameda 227. F: 2 2566 5500. Jueves a sábado, 20.00; domingo, 19.00 horas. Entrada general $ 8.000; estudiantes y tercera edad $4.000. Hasta el 28 de Agosto.