Chile ha hecho grandes esfuerzos en los últimos 20 años por saldar la tremenda brecha y atraso que tenía en el resguardo de su Patrimonio Cultural en relación a países desarrollado como de Latinoamérica.

En este periodo se ha fortalecido el Consejo de Monumentos Nacionales, se han declarado muchos Monumentos Históricos y Zonas Típicas (aunque falta por proteger), el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (hoy parte del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio) incursionó en el Patrimonio Intangible y diversos ministerios aportaron desde su quehacer.

A pesar de la anterior, hay consenso sobre el gran nivel de dispersión (casi todos los ministerios abordan en forma descoordinada el tema) y de concentración al mismo tiempo (casi todo se resuelve en Santiago) que hay en el tema a nivel del Estado, además de tener leyes, normas y una institucionalidad obsoletas.

El problema surge cuando se conversa y se discute sobre qué hay que hacer.

El primer escollo es que las discusiones tienden a hacerse a puertas cerradas, o semi-cerradas, con invitaciones puntuales dejando a grandes sectores e importantes actores afuera.

Bellavista Tomé, CEDEUS (c)
Bellavista Tomé, CEDEUS (c)

Si el Patrimonio Cultural representa o resguarda parte importante de nuestras identidades -en plural, reconociendo la diversidad cultural y territorial del país-, parece necesario partir por el principio: definir y explicitar lo que somos, lo que hemos sido y lo que queremos ser.

Sin esa discusión -que no he visto- es muy difícil avanzar. Los instrumentos -leyes, normas e institucionalidad- se crean o se modifican con un objetivo, y ese objetivo debe estar claro, ser explícito, entendiendo que son, además, definiciones dinámicas.

Cuando se elige quiénes discuten o no sobre Patrimonio Cultural ya hay una definición implícita de país, de sociedad. En este caso ha sido una definición donde han sido excluidos los actores más activos y que le han dado el mayor dinamismo al tema en los últimos 15 años: las comunidades, las organizaciones comunitarias.

Entonces, el primer llamado es a hacer una discusión abierta y con tiempo sobre lo que queremos conservar por representar lo que somos y queremos ser. Una discusión donde se resuelva que el Patrimonio (cultural, tangible e intangible, y natural) es un tema de la sociedad y no sólo de especialistas.

No tiene sentido ampliar los conceptos de Patrimonio, sus categorías, si se vuelve a reducir su aplicación a un ámbito de técnicos, especialistas, funcionarios públicos y académicos que deciden y nos dicen, nos informan, qué somos.