En un día feriado a la gente moderna le gusta hacer cosas como ir a pasear por el Barrio Lastarria ya que estiman que éste tiene edificios bonitos y encima coloristas. Dichos edificios recrean una impresión terriblemente estética, lo que ayuda a europeizar simbólicamente lo que en la vida real es derechamente gris, es decir, Santiago de Chile.

Texto de Aníbal Venegas

Tanto cable, tanto pelo mal teñido, tanto olor a pichí. En cambio, apenas uno pone el pie fuera de la Estación Universidad Católica ya se siente como si se estuviera en el mismísimo Londres.

Además es posible comprar queques de “weed” y hacer la selfi que a continuación es subida al Instagram donde se detallarán las importantes marcas de ropa involucradas. Alguien piensa ¿A ver si consigo trabajo de “influencer”, es decir, de uno que influencia a otros?

Después, con estilo urbano, se comprarán baratijas y se sosegarán los músculos echándose en el pasto del Parque Forestal. Más allá hay un grupo que se solaza en el “tarreo” de tambores, inatacables desde el punto de vista de la cultura. Los vecinos de en frente que se traguen la fiesta, siempre pueden vender e irse a vivir a otro lado ¿O no?

La teoría popular dice que la vía pública es de todos (¿y por lo tanto de nadie?)
, de lo que se desprende que afuera uno hace lo que se le viene en gana. O sea, es derecho consagrado tomarse las calles, explanadas, parques, pasajes y plazas y al que no le guste que se aguante no más porque todo lo público es mío.

Cuando quienes vivimos dentro de los edificios -que dan la cara a esa vía pública- nos quejamos, nos sometemos a un duro tratamiento. En el caso particular del triángulo Lastarria-Parque Forestal-Bellas Artes nos dicen que somos románticos de lo “viejo”.

“Ya vienen a huevear con lo del Mall que reemplazó a la Plaza”, “se quejan de llenos”, “cámbiense de barrio”, “¡Uy el redset y sus cachirulos!”. Incluso nos atacan ad hominem: hace un par de días algunos vecinos dimos una entrevista a un medio televisado a propósito de la Fórmula E que quiere hace uso del Parque Forestal. Nos dijeron cosas buenas, sí, pero también, entre otras, que andábamos alegando porque teníamos boca, que éramos flojos sacadores de vuelta, otra vez esta gente arruinando eventos, etcétera, etcétera y etcétera.

Y es que los espacios públicos, al ser de todos y de todas, requieren de un uso libre, sí, y responsable, desde luego. El viejo y conocido “mi libertad termina donde empieza la tuya” no es de gran ayuda: significaría en último caso ponerle cotos a la libertad cuando por definición uno quiere (¡y debe!) ser más libre.

Hablemos entonces de responsabilidad, respeto y empatía, hablemos de salir de los zapatos propios y cambiarnos a los ajenos e imaginar cómo sería el mundo desde la otra vereda ¿Qué ven esos ojos? ¿Ven acaso a la gente moderna y preciosa que se apropia de las calles porque simplemente les pertenecen? En el caso concreto de Lastarria, Parque Forestal y Bellas Artes, desde luego que no. Uno ve: batucadas, grupos de baile, restaurantes con terrazas que ocupan la vía peatonal, vendedores ambulantes, comercio de toda índole, ruidos molestos, destrucción de plantas y árboles, bandidaje. Y los 7 días de la semana. Y durante las 24 horas del día.

Frente a tantos problemas de convivencia entre quienes viven en los edificios, la población flotante que “turistea” por el sector y los comerciantes (los que funcionan legalmente) se ha tratado de establecer instancias de diálogo a través de las Juntas de Vecinos y, en concreto, a través de agrupaciones ciudadanas como El Barrio Que Queremos, que reúne a vecinos de Lastarria-Parque Forestal-Bellas Artes.

Su más reciente campaña (junto a otras organizaciones) tiene que ver con rechazar el uso del Parque Forestal para la carrera de autos Fórmula E que tendrá su primera fecha en febrero de 2018. En El Barrio Que Queremos sostienen que es de suma importancia resguardar el Patrimonio y los parques y por lo tanto exigen cambiar el trazado de la carrera.

Para (in)grata sorpresa el cuidado del patrimonio no es una cuestión instalada en el inconsciente colectivo y hay quienes han atacado la idea de proteger el parque, alegando que lo único que persiguen los “cuicos del wiski” es “arruinar la fiesta”. Se pretende invocar la “libertad” con el fin de usar el Parque como se les dé la gana, ignorando que esa “libertad” debe necesariamente tomar en cuenta el cuidado de plantas y árboles nativos, los prados, las luminarias y los senderos, todo lo cual ya está seriamente dañado por el mal uso de la “gente moderna”.

¿Qué se espera del día en que se use el Parque Forestal para el mentado Prix, que incluso promete remover adoquines? ¿Qué se termine de arruinar todo? Por supuesto que quienes están detrás del magno evento no se han tomado la molestia de consultar a vecinos, organizaciones o juntas; ellos, los dueños de la carrera (que paradójicamente apelan a argumentos de la ecología), se deben a su público, ese que visita Lastarria y Parque Forestal para sentirse en Europa, con su sushi en el parquecito y las botellas de cerveza que amontonan donde se les da la gana, total el parque es de todos…