Una de las personas más cercanas a Freddie Mercury en sus últimos días de vida fue Peter Freestone, asistente personal y amigo de Queen que incluso trabajó como enfermero del vocalista.

“Pese a sus escasas fuerzas, Freddie seguía adelante con más empeño que nunca, y utilizaba el vodka como combustible para las largas y arduas sesiones de estudio”, contó el diseñador en el libro “Freddie Mercury, la biografía definitiva” de Lesley-Ann Jones, citado por La Tercera en relación a los últimos videoclips que alcanzó a grabar antes del deceso.

“Fueron unos días muy tristes, pero Freddie no se deprimía. Se había resignado al hecho de que iba a morir. Lo aceptaba (…). De todas formas, ¿alguien se imagina a un Freddie Mercury anciano?”, añadió.

Fue una relación laboral que comenzó en 1979 y se prolongó durante 13 años. “A veces actuaba como su guardaespaldas cuando era necesario y al final, por supuesto, fui uno de sus enfermeros”, confesó en Ask Phoebe, sección virtual donde hasta el día de hoy responde preguntas de los fans del británico de origen parsi.

De acuerdo al asesor, Mercury encontró en la pintura un espacio de tranquilidad para sus últimos días en casa.

“Se quedaba sentado durante horas intentando pintar un retrato de Delilah, su gata favorita. Resultó ser demasiado para él. Pero sí consiguió pintar un par de obras abstractas. Fue gracias a Matisse. Un día estábamos hojeando un catálogo de una casa de subastas, y vendían un Matisse por 10 mil libras. ‘¿10 mil? Yo sería capaz de hacer eso"”, recordó.

Tras sus grabaciones con Queen en 1991, el inglés optó por aislarse en su domicilio londinense en Garden Lodge, South Kensington (Inglaterra): “Mientras estuvo vivo, fue el hogar más cálido y acogedor que pude desear. Fue decorado hermosamente, estaba lleno de hermosos muebles y, como decía Freddie, no era un museo, era una casa para vivir y disfrutar”, dijo Peter.

De aquellas complejas semanas, el asistente también rememoró la negativa de Mercury a tomar sus medicamentos a excepción de los analgésicos para el dolor.

“En realidad, Freddie nunca dijo que tuviera miedo a morir. No tenía sentido que se sintiera asustado. Nunca permitió que la enfermedad asumiera el control de su vida. En cuanto parecía que iba a ocurrir algo parecido, Freddie volvía a asumir el mando. Él era quien iba a decidir cuando morirse”, contó.

“Creo que al final, lo único que lamentaba es que todavía le quedaba mucha música dentro”, reflexionó Peter sobre el ocaso del cantante, quien confirmó que era portador del VIH sólo 24 horas antes de morir.

“Había un plan para hacer un anuncio antes de la muerte de Freddie, pero todo fue muy rápido. Después que regresamos de Suiza el 10 de noviembre de 1991 y decidió dejar de lado sus medicamentos, obviamente pasó por su mente hacer una declaración oficial. Hizo todos los arreglos… Creo que sintió y supo que era el momento”, señaló.

Así llegó el 24 de noviembre de 1991, día en que se dio a conocer el fallecimiento de Freddie Mercury ante la sorpresa del público general.

“No había ninguna señal en ese momento de que Freddie se iría tan pronto. Sabíamos que no pasaría mucho tiempo, pero el médico de Freddie había dicho que podría vivir unos días más. Tiendo a pensar que ya había tenido suficiente, y que quiso morir bajo sus propios términos”, confesó Freestone.

“Creo que estaba en paz con sí mismo. Sabía las consecuencias de sus acciones y tuvo el tiempo para hablar con amigos y familiares y decir adiós. Creo que no quería ser recordado como un mero mortal. De hecho, le dijo a Jim Beach, ‘Puedes hacer lo que quieras con mi legado, pero nunca me hagas parecer aburrido”, agregó.