Los incendios del Amazonas, la defensa de los derechos civiles, las provocaciones de Jail Bolsonaro y el “funk carioca” se entrecruzan en las inquietudes actuales de Caetano Veloso, leyenda de la música latinoamericana y padre del Tropicalismo, movimiento cultural cuyos ecos todavía resuenan en el Brasil ultraconservador de estos días.

A más de cinco décadas del hito, la búsqueda musical y política del cantautor no se detiene. Hoy, convertido en uno de los opositores más visibles al gobierno de Bolsonaro, Veloso no ahorra en escepticismo en el diagnóstico de su país.

“Es una situación compleja. Todo lo que lograron los gobiernos de Fernando Henrique y Lula está desecho. Pero la verdad eso no fue mucho. O no representó cambio profundo en nuestros males estructurales. Hubo, sobretodo con Lula, un nacional consumismo, amparado en la venta de commodities -y una utilización autoindulgente de la corrupción- , lo que trajo escepticismo a gran parte de los seguidores del Partido de los Trabajadores”, reflexiona el brasilero en diálogo con BioBioChile.

El oriundo de Santo Amaro (Bahía) se reencontrará con el público local el próximo jueves 26 de septiembre en el Teatro Coliseo, en el marco de uno de sus espectáculos más íntimos y biográficos: Caetano, Moreno, Zeca & Tom Veloso, un show donde se hace acompañar por sus tres hijos.

“Elegimos canciones que tuvieran relación con el hecho de que estaríamos juntos sobre el escenario. Así, cosas que a uno de nosotros le gustara oír cantadas por nuestro grupo (o por uno de sus participantes); cosas que dijeran algo al respecto de nuestra historia familiar; cosas que explicitaran nuestra formación cultural entraron en setlist”, explica Veloso.

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En el show, despojado de su estatus de estrella y formando una medialuna con sus herederos, el carioca recuerda anécdotas familiares, entona las canciones que alguna vez dedicó a sus madres y les pide bailar, cantar y tocar frente al público como si este fuese un amigo de la familia al que pretende impresionar.

(Pregunta) En escena, usted recuerda y narra momentos familiares muy íntimos. ¿Cómo lidia con la melancolía de este show? ¿Hubo canciones que prefirió no incluir para conservarlas con usted?
(Respuesta): Sentí muchas veces (y siento) fuerte emoción cuando escucho algo que cantan mis hijos (o cuando lo canto yo) que toque en un asunto que, por alguna razón, esté resaltado en aquél período. Hay canciones que casi siempre me llevan a contener el llanto, como Todo Homem cantado por Zeca, Um só lugar, cantado por Moreno y Tom, e incluso Ofertorio, que soy yo mismo a cantar. Hay muchas canciones que podríamos estar cantando en ese show pero nos decidimos por las que están allí, por razones de estructura, para que el show dijera mejor lo que tiene que decir.

(P): Durante el concierto hay mucha camaradería padre/hijo. ¿De qué manera vive hoy la paternidad? ¿Cuáles serían sus “advertencias” a los nuevos padres?
(R): La paternidad es una permanente sorpresa para mí. Llegué a los casi 30 años seguro de no querer tener hijos. Yo y mi primera mujer imaginábamos una vida existencialista y queríamos ser como Sartre y Simone de Beauvoir. Pero en 1971, cuando percibí que sería posible volver a Brasil (estábamos exiliados), empecé a sentir como una necesidad física de tener un hijo. Mi mujer quedó asustada. Pero cuando, en 1972, volvimos a vivir en Bahía, ella, con la alegría de estar de vuelta a nuestra tierra, admitió la hipótesis. Nació Moreno. Y ese fue el más importante acontecimiento de mi vida adulta.

(P): ¿Cuál es la sensación que intenta transmitir al público en esta saga de shows? ¿Cómo le gustaría que se recordasen estos recitales con sus hijos?
(R): Cuando sentí deseo de hacer un concierto con mis tres hijos, eso era un secreto solitario mío. Yo había hecho uno con Moreno en São Paulo (que reproducimos una noche en Buenos Aires) y eso fue una belleza. Viendo que los otros dos empezaban a trabajar con música, soñé hacerlo con todos. Tom empezaba su proyecto con la banda Dônica; Zeca, que se interesaba por música electrónica y quería ser DJ, no aceptó la invitación. Cuando finalmente Zeca me dijo que había cambiado de idea y que sí haría un show con nosotros, llamé Moreno y Tom. Ensayamos poco, aunque no fuera nuestro hábito tocar y cantar juntos en casa. La noche del estreno, yo estaba nervioso porque no quería que mis hijos sofrieran una reacción negativa del público.

Creíamos que era cosa muy íntima y que solo pocas personas aceptarían algo tan vulnerable y delicado. Así, estrenamos en un teatro pequeño de Río e haríamos en otro teatro pequeño de São Paulo, quizá una presentación en Bahía, que es de donde venimos (solo Zeca nació en Río). La gente que vio el estreno fue entusiástica (sic). Pero aún así, creíamos que sería siempre una parte pequeña del público que aprobaría nuestro trabajo: gente que ya conocía mucho de mi trabajo y de mi historia artística y familiar. Luego tuvimos que hacer en teatros grandes y al aire libre, volver a varias capitales y, por fin, presentar para públicos de otros países. La reacción positiva de amigos y desconocidos italianos, americanos, ingleses, españoles o austríacos fue sorpresa sobre sorpresa.

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(P): Usted ha sido crítico del gobierno de Bolsonaro. ¿Cuál es su opinión respecto a la posición del presidente de Brasil, por ejemplo, frente a los incendios en el Amazonas y el rechazo a la ayuda internacional?
(R): Soy visceralmente contra las ideas de los que llegaron al poder en Brasil ahora. No es sorpresa lo que dice y hace el nuevo presidente. Él y su grupo más cercano han anunciado todo antes de las elecciones. Ahora es mirar adelante y ver lo que Brasil puede hacer de sí mismo. Mis opiniones y mis gustos no coinciden con los de aquellos que han elegido el grupo, pero ellos son gran parte de la población de Brasil (aún no sean la mayoría) y eso dice mucho sobre el alma de nuestra gente. Hay que saber cómo actuar para permitir que camine adelante la creación de un país interesante, original, creativo, como Brasil tiene la oportunidad (y tal vez la vocación) de ser. No es fácil. Pero no está descartada la posibilidad de acción que conduzca a ello. En cuanto a la Amazonia, hay presión interna e internacional sobre el gobierno. Y esto reacciona con grosería pero también con cuidados para no perder demasiados parteros comerciales.

(R): ¿Cree que Brasil atraviesa una situación crítica? ¿Debiese existir una preocupación continental respecto a las decisiones de Bolsonaro en materia de derechos civiles?
(R): Es una situación compleja. Todo lo que lograron los gobiernos Fernando Henrique y Lula está desecho (…). La prisión de Lula no parece muy justa o mismo legal. Pero antes y después de él, los brasileños vieron ir para la cárcel gente rica y poderosa, cosa que nunca fue habitual en nuestra sociedad. Y Brasil no tiene una tradición de mantener sus figuras populistas en la memoria por demasiado largo período de tiempo (sic). Getúlio Vargas no dejó algo como el peronismo en Argentina, por ejemplo. Así, hay gente que grita “Lula livre”, pero no es un grito que encuentre eco en multitudes inmensas. Aún así, las decisiones represivas que van siendo tomadas por el gobierno que los electores han elegido encuentran resistencia en las instancias jurídicas, en la prensa y en la opinión pública. El continente latinoamericano tiene motivos para preocuparse con esas tensiones en Brasil. Ellas reflejan una tendencia peligrosa del mundo en estos tiempos.

(P): Por la misma coyuntura política brasileña, se le ha visto muy activo en la agenda cultural. ¿Cuáles son las motivaciones que lo impulsan hoy a pronunciarse como líder de opinión?
(R): No me siento ni me considero un líder de opinión. Soy un cantante y así soy visto por toda la gente. Traté de dejar claro, mientras estábamos en el período electoral, que me ponía contra el grupo que ahora está en el palacio del Planalto. Después, simplemente traté de adherirme a algunas manifestaciones de grupos que defienden derechos humanos y el equilibrio ambiental.

(P): ¿Cuáles son hoy sus inquietudes musicales? ¿Cuáles son los géneros que llaman su atención?
(R): Me interesa el funk carioca (hoy más paulista, con los videos de Kondzila), y la música de carnaval de Bahía (sobretodo el “pagodão“). Atento al fenómeno de la canción “sertaneja”, que viene del centro-oeste, tengo todavía mayor identificación con las músicas del litoral. Desde afuera, llegan cosas interesantes desde el hi-hop, sobretodo en sus ritmos y programaciones electrónicas (una vez que es casi siempre imposible comprender lo que dicen los MCs), gente como Kanye West o Drake; experimentalistas como James Blake; la fuerza global del reggaetón; la tradición de R&B estadounidense siempre renovada. Hay en Brasil figuras nuevas muy buenas, del cantautor (y gran arreglador) carioca Thiago Amud al grande renovador de la música instrumental de Bahía Letires Leite, con su quinteto y con la Orkestra Rumpilezz.

(P): Han pasado más de 50 años de su debut como solista y de la explosión de Tropicalia y la “nueva bossa nova”. ¿En qué aspectos de la música y la cultura contemporánea ve los efectos de esos discos y de aquella época?
(R): La bossa nova, que vino cerca de diez años antes de nosotros tropicalistas, tuvo una influencia inmensa, sea en Brasil, sea en el mundo. Fue admirada e imitada por figuras de punta, como Miles Davis, y, después, por el pop dulce y tonto, las películas de Hollywood e incluso la publicidad. El tropicalismo llegó como si fuera su opositor, pero teníamos consciencia del aspecto revolucionario de todo kilo que hizo João Gilberto, Jobim, Carlos Lyra, Boscoli, Menescal, Nara Leão y Vinicius. No creo que hayamos influenciado (a) los que llegaron después, pero cambiamos el ambiente crítico; lo que hicieron Milton, Djavan y los rockeros de los años 1980 no sería posible sin la apertura que el tropicalismo trajo.

(P): ¿Cuáles son sus criterios al momento de escoger las canciones de un concierto, teniendo en cuenta un catálogo tan extenso?
(R): El criterio viene con el momento.

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(P): Se cumplieron 50 años de Woodstock. ¿Cuáles artistas no podrían quedar ausentes de un ficticio “Woodstock de la música latinoamericana (de todos los tiempos)”?
(R): Curiosamente, aunque yo haya sido uno de los que trajeron la noción de contracultura a Brasil, la palabra Woodstock no tenía sentido para mí. Entre 1968 y 1969 yo estaba en prisión. En octubre de 69 fui para Londres exiliado. Allí, en poco tiempo conocí el festival de la isla de Wight.

Para mí, lo importante pasó en aquella isla: ví a Bob Dylan, Miles Davis, Jimmi Hendrix, The Who, The Doors, decenas de grandes figuras del rock y del pop – y estuvo, por dos años consecutivos, entre 600.000 personas de vida hippie. Un día, salimos de las barracas y fuimos al otro lado de la pequeña montaña que separaba la playa del sito del festival y, frente al mar, estábamos todos – como unas 400.00 personas, desnudas. Al fin de la tarde, volvimos para ver Joni Mitchell Así que, Woodstock, con su lluvia y tal, es cosa de que solo oí hablar mucho después que volví a Brasil en el 72. El nobre no me inspira nada.

(P): ¿Su máxima referencia de la música chilena? ¿Alguna banda o músico que prefiera?
(R): Ha sido siempre Violeta Parra.