A 22 años de su debut y con dos funciones que agotaron todos sus tickets, Los Tres repasaron íntegramente uno de sus discos más célebres e influyentes: Fome (1997), con la complicidad de miles de asistentes que repletaron este viernes y sábado el Teatro Coliseo.

Con una escenografía inspirada en los colores y diseño de su icónica portada de roja, la banda liderada por Álvaro Henríquez interpretó de principio a fin las 15 canciones del álbum que grabaron en Woodstock, Nueva York, junto al afamado productor de rock Joe Blaney (Ramones, The Clash, Charly García, Prince, etc).

Si bien el primer show dejó en evidencia los nervios y desajustes técnicos de un debut tan rimbombante como ceremonioso (a ratos la voz de Henríquez desaparecía, sobre todo al inicio), el segundo fue solo celebración y festejo, con el quinteto tomando control del repertorio al son de un público transversal y eufórico.

Hinchas de Deportes Concepción, celebridades del humor como Palta Meléndez, amigos del grupo como Fernando González y hasta el presidente de Colo Colo, Anibal Mossa, vibraron con el playlist que catapultó a la banda penquista afines de los noventa tras el abrumador éxito del MTV Unplugged de 1995.

El característico sonido del órgano Hammond y una coreográfica caminata espacial de Titae Lindl en Claus marcaron el inicio de la ruta, que luego siguió con la beatlemaniaca Bolsa de mareo, Toco Fondo y Olor a gas, las tres con coros multitudinarios.

Para De Hacerse se va a Hacer, una de las nostálgicas del disco, Henríquez envolvió su voz en el rasgueo de una guitarra española, para después volver a electrificarla en la furiosa Antes, cuya frase “ahora soy un lastre de profesión” se convirtió en mantra las dos noches.

los tres, alvaro henriquez
Carlos Müller

Fealdad, con el acordeón de Cuti Aste (eterno colaborador de Los Tres), trajo con vals el primero de los paisajes sureños de Fome. Eso, antes de dos de las postales más “pesadas” del show: la danza surrealista de Jarabe para la Tos y el estribillo enrabiado de Libreta.

Sin embargo, una de las pocas similitudes de ambos recitales ocurrió en la décima pista del álbum: Me arrendé, interpretada por Henríquez en la soledad de su guitarra eléctrica tal como en la versión original. Fue, quizás, la historia de Instagram favorita de los asistentes, pero también uno de los momentos más emotivos de la coyuntura, a un año exacto del trasplante de hígado que tuvo con riesgo vital al vocalista.

Con Silencio el jolgorio mutó de nuevo en el pequeño teatro del barrio Moneda, y con La Torre de Babel irrumpieron los gritos destemplados. La tranquilad de Pancho sirvió para tejer el desenlace del disco, que tuvo un cierre acorde a su altura con la letanía absurda y gastronómica de Restorán y el instrumental (otra vez con Titae a cargo del Hammond) de Largo, la última canción.

Cerrar y Abrir, Camino, Morir de Viejo, Moizefala (tema que había desaparecido de los recitales de Los Tres), Déjate Caer y La Espada y la Pared marcaron el bis de esta primera aproximación a Fome, cuya celebración tendrá una gira por el país anunciada para este año. Por mucho, uno de los mejores shows del grupo en el último tiempo.