Con sus aires de rapera chic y una gigante sonrisa, la argentina Mariana Yegros combina explosivas cumbias, chamamés y carnavalitos con música electrónica y cosecha un progresivo éxito en Europa, Canadá y Estados Unidos.

La chispeante “reina de la electrocumbia”, como la han bautizado, reside a medio camino entre Buenos Aires y Montpellier, en el sur de Francia, donde se instaló tras el suceso en discotecas y festivales europeos de su primer álbum “Viene de mí” (2013), que combina folclor argentino, ritmos tropicales, reggae, dancehall, soul y música árabe.

La Yegros está culminando en pocos días una gira de dos meses por 18 ciudades francesas, España, Canadá, seis ciudades de Estados Unidos y México para presentar su segundo disco, “Magnetismo”, del sello inglés Soundway Records/Waxploitation, producido por su compatriota Gaby Kerpel (“King Coya”), y con colaboraciones del célebre compositor argentino Gustavo Santaolalla, entre otros.

Tras un show gratuito el martes de noche en el Lincoln Center de Nueva York que levantó de las sillas al público -incluido un señor afroestadounidense de unos 80 años que tiró el bastón y aprovechó para bailar apretadito con una joven-, la exótica Yegros reflexionó sobre su vida en una entrevista con la AFP.

“Siempre soñé con hacer música para que la gente baile. Cuando era chiquita soñaba que la gente cantaba conmigo las canciones y cuando eso sucede es muy mágico”, dijo la treintañera, una mujer menuda de poderosa melena y alegría contagiosa que no revela su edad.

Del barrio pobre al barrio rico

La cumbia, que nació en la costa caribeña de Colombia, se expandió recién a partir de los años ’40 hacia otros países de Latinoamérica. Fue retomada a fines de los ’90 en los barrios marginales de Buenos Aires -cuna de la “cumbia villera”- y desde hace menos de una década, mezclada con la música electrónica, fue adoptada en parte por las clases altas argentinas y ganó fama en Europa.

“Creo que el prejuicio contra la cumbia todavía no se terminó del todo, pero me parece que vamos por un buen camino. Antes los chetos (de clase alta) miraban a la gente que bailaba cumbia y decían ‘ni loco bailo esto"”, dijo Yegros, que creció en Morón, en la provincia de Buenos Aires, pero tiene sus raíces familiares en la tropical Misiones, en la frontera con Paraguay y Brasil.

“Pero luego por el 2008, en fiestas de mayor poder adquisitivo con extranjeros en (los barrios de clase media y media alta) de Palermo, Belgrano empezaron a bailar esta música electrónica mezclada con cumbia y otros sonidos de Latinoamérica”, añadió.

Con un camino allanado en parte por el gran éxito mundial del tango electrónico, la electrocumbia y su sonido más moderno y aggiornado permite que la música llegue a jóvenes que de otra manera nunca escucharían o bailarían folclor.

Gitana argentina

Los comienzos no fueron fáciles. “Estuve viviendo en Los Angeles, después en Nueva York, luego me fui con mi banda a probar suerte en Barcelona. Era un momento de mucha crisis en Argentina y mucha gente se fue. Fue un momento muy duro, las cosas no pasaban, yo hacía música electrónica, muy under, por ahí iban 10 personas, nos aplaudían cinco y el resto se dormía, y era una frustración muy grande para mí (…). Pensé ‘no nací para ser cantante’, creí que no iba a lograrlo”, contó Yegros.

La cantante decidió mudarse otra vez a Nueva York, donde estaba su marido, y dedicarse a la moda, que siempre le apasionó. En su show, de hecho, el alegre vestuario, confeccionado por una española que vive en Shanghai, es más que ecléctico: colores fluorescentes, minivestido folclórico con volados de florcitas, zapatillas plateadas con luces LED…

Finalmente la Yegros halló su camino y hoy agota entradas acompañada por sus tres músicos (acordeón, guitarra y percusión), todos argentinos que muchas veces ensayan a distancia con ella por Skype y FaceTime. Su proyecto solista es producido por King Coya, que también compone varias de sus canciones, así como por el argentino Daniel Martín.

“Me gusta componer pero lo que más me gusta es cantar”, contó Yegros. “Yo en el escenario me siento feliz. Es el momento más sublime. Cada noche es como reivindicar que es para esto que nací y quiero morir así”.