Las memorias -o recuerdos- de José Miguel Varela son una joya. Un raro testimonio de un actor relevante de hechos fundamentales en la Historia de Chile, como son la Guerra del Pacífico, la “Pacificación” de la Araucanía y la Guerra Civil de 1891, además de la Celebración del Primer Centenario de la Independencia.

El libro, muy bien escrito (mérito de Varela como de Guillermo Parvex, que rescató sus apuntes), presenta una mirada humana y honesta de alguien que, siendo abogado, se presentó como voluntario para ir al luchar por su país, participando, entre otras, en la Batalla de Chorrillos y en la de Miraflores, siendo de los primeros chilenos en entrar a Lima.

Varela da una mirada personal, directa, clara, llena de detalles que van mostrando aspectos de la vida cotidiana y las ciudades de aquella época que nos permiten entender mejor cómo era la vida en ese entonces.

Sus descripciones de los ataques, junto a su caballo “Carboncillo”, muestran la brutalidad de la guerra. Y ello lo logra no con descripciones macabras o sensacionalistas, sino describiendo sus sensaciones físicas, sus tensiones, sus miedos, cómo quedaban -él y Carboncillo- después de los violentos enfrentamientos, los campos de batalla llenos de muertos y de heridos, o el arduo trabajo de médicos y enfermeros.

Varela expresa claro sus puntos de vista, sin evitar críticas a su propio bando, o a sus propios errores u omisiones. En este sentido, “Un veterano de tres guerras” es un canto a la vida, a la perseverancia, al ponerse una y otra vez en pie (él era huérfano de padre y madre) con un sentido profundo de bien común y de agradecimiento.

Con todo, José Miguel Varela muestra una vida ejemplar, incluso estando a cargo de seleccionar los libros requisados por Chile a Perú después de su derrota (y que han sido devueltos casi en su totalidad, los últimos durante el actual gobierno), por poner un ejemplo (Expone su pensamiento al respecto, lo que era la práctica en esa época y cómo hizo su trabajo, con muchos detalles).

“Un veterano de tres guerras” debiera ser un texto de referencia en colegios de país, una fuente importante de discusión, identidad y memoria. Más con las excelentes fotografías que lo complementan (que bien podrían completarse con más imágenes, planos de las batallas, etc).

Un punto negro: después de tantas ediciones (13 a enero de 2017), es poco presentable que el libro siga teniendo tantos errores, como por ejemplo “Nos acercamos para ver que se trataba y al alumbrar de cerca…” (pp 254), o “Y así, en mis días de franco, fue conociendo cada vez…” (pp 201). Son errores -y negligencia- que ni José Miguel Varela ni este libro se merecen.