Gonzalo Rojas Canouet

Diamela Eltit ganó el Premio Nacional de Literatura el viernes 28 de septiembre recién pasado. El grupo de candidatos a este premio pasaban de ser algunos reconocidos en el medio y otros más bien “forzados” a participar. La ausencia de narradores es un tema a revisar, más aún, desde la calidad de éstos en la tradición y presente de la prosa chilena.

El caso de Diamela es muy particular. No es reconocida solo como novelista, sino como académica y ensayista. Ha cruzado distintos planos y formatos culturales y artísticos. Decía antes, es una reconocida académica que ha construido un corpus de escritores no canónicos en Latinoamérica. Ensayos como Emergencias, un compendio de sus puntos de vistas sobre el lenguaje, el género y Chile. Es así que reconocemos en ella una lucidez y un pensamiento a contrapelo. Su narrativa es una dislocación de imágenes culturales que va desbastando todo este horizonte posmoderno de los acuerdos, de lo correcto. Diamela inocula gestos literarios en sus novelas, exponiendo la letrina del sistema neoliberal. Su voz es siempre vociferante en esto. Por otro lado, el uso de distintos formatos escriturales ha creado una estética particular. Solo veamos, la fractura que consiguió con Lumpérica en los ’80, las múltiples imágenes de L.Iluminada en los juegos entre la luz y la oscuridad, escenografiada en los alrededores de una plaza. O el Padre Mío, novela paradigmática de la dictadura, el relato testimonial de un esquizofrénico que lleva al estatuto de verdad del relato a la contradicción extrema, partiendo desde la autoría del libro. Así sigue, con más de veinte novelas hasta el presente.

¿Es importante el premio nacional de literatura? En un país en donde la representación cultural es un hecho consumado de tribus, poco o menos despreciables. En donde lo institucional es algo que va coordinando los saberes y sensibilidades. Sí, es importante. Sobre todo, en la literatura, la verdadera literatura, la que nace de necesidades fundamentales de un país como el nuestro, rebalsado de indicios de la palabra política de las pequeñeces: ese provincianismo que tan bien nos explicó Huidobro y tan actual que ha de ser.

Con este premio, Diamela, es reconocida como la escritora fundacional de una estética valiente como le han dicho. Desacraliza hasta sus últimas consecuencias el lenguaje, el tiempo histórico y el poder nacional. Por eso, es doblemente importante que la figura de Diamela haya ganado este premio. Y, como no decirlo, su escritura es una reivindicación de los nada y nadie de este mundo. La memoria incomoda: aquella que nos recuerda lo que conscientes o no, tratamos de olvidar. Esa memoria que nos hace desobedecernos de nuestros propios actos y pensamientos, cuando supuestamente creemos que son nuestros actos y pensamientos propios. La memoria como acto de transgresión es lo ganado con este premio. Esa memoria que nos recuerda a Mistral, Brunet y, sobre todo, Lemebel.

Este premio se ha vuelto importante, ya que con Diamela, la memoria tendrá un espacio de dialogo con lo postergado de nuestra sociedad.

Gonzalo Rojas Canouet: Doctor en Filosofía. Escritor y poeta. Académico del Instituto de Humanidades de la Universidad academia de Humanismo Cristiano.