Hace un tiempo, Maite Alberdi, directora de Los niños, me contó que tuvo que descartar una escena y cambiar la música que había en el ambiente de otras dos de ese documental por la imposibilidad de poder pagar los derechos de autor asociados a las músicas que había en el ambiente de ellas.

El documental en cuestión aborda a un grupo de adultos, de entre 40 y 60 años, con Síndrome de Down que asisten a una escuela. Maite Alberdi los estuvo grabando durante un año y medio. Del material obtenido, había una escena donde las personas bailaban en el patio del establecimiento una canción de Michael Jackson. Eran 30 segundos. Los derechos por incluir esa escena era de US$ 2.500. Además en otras dos escenas que no podía dejar afuera, por razones similares, tuvo que cambiar la música que había en el ambiente.

La pregunta que surge entonces es: ¿Priman los derechos de autor o el derecho a mostrar la realidad? ¿Es aceptable que por el pago de Derechos de Autor se vea limitado el derecho a informar o mostrar lo que pasa en el mundo?

Siguiendo esta lógica, si en una manifestación las personas cantan una canción de Michael Jackson ¿los manifestantes y los medios de comunicación que informen de ella incluyendo los cantos tendrán que pagar Derechos de Autor?

El libre mercado requiere límites, regulaciones. En este ámbito parece claro que se necesita urgente tener ciertos resguardos mínimos que permitan mostrar la realidad y no, por razones económicas, tener que obviar parte de ella o tener que tergiversarla.

No es posible llegar a tales niveles de privatización de la vida, al punto que casi todo puede ser privado y no quede casi espacio para lo común, lo de muchos, sin filtros económicos o defensas frente al poder “privatizador” (acentuado con los brutales procesos de concentración económica en muy pocas personas, tanto a nivel nacional como mundial).

El mercado es una realidad, pero no puede ser “la” realidad.