Hace mucho tiempo se discute cómo promover las creaciones nacionales. Así se creó la ley del 20% de música chilena en radios y se plantea la cuota de pantalla para cine nacional en los cines (la que ha tenido poco efecto en el número de espectadores).

Lo cierto es que los creadores tienen muchas dificultades para difundir sus obras y, más allá de esas iniciativas, de su pertinencia y eficacia, el Estado dispone de muchísimos espacios que no se aprovechan.

En general se piensa en grandes políticas de Estado, las que sin lugar a dudas son necesarias (superando la idea imperante de un Estado subsidiario), pero rara vez se piensa en los recursos con los que se cuenta. Se piensa en un ideal, muchas veces abstracto, y no en lo que existe, en lo que se tiene. En los grandes recursos que se tienen.

Entonces la invitación es a pensar desde lo que existe, desde los recursos que tiene el Estado, el Gobierno central como los Gobiernos Locales, para poner esos recursos al servicio de la cultura, de los creadores (como también para otros fines, pero no “revueltos” como sucede en las carteleras del Metro, además de estar muy atrasadas algunas veces y mal administradas).

¿Por qué el Metro exhibe en sus pantallas “gags” y casi no da espacio a videos de música chilena? ¿Por qué en las salas de espera de consultorios y oficinas públicas o aeropuertos vemos canales de televisión y no se difunden artistas y creadores chilenos? ¿Por qué los buses de locomoción colectiva tienen casi todo sus espacios para información vacía y no se usa para estos fines? ¿Por qué no se aprovechan los cientos de colegios para tener en ellos carteleras culturales y espacios de difusión? La lista podría ser interminable…

Todos los días cientos de miles de personas pasan cientos de miles de horas esperando ser atendidas, que llegue su transporte o arriba de él. En esos lugares se les “entretiene” –cuando se hace- con lo más fácil (el canal de televisión abierta que prefiera el que tiene el poder de elegirlo) o con publicidad. ¿Por qué no aprovechar esos espacios para difundir, promover y educar?

Parece increíble que el Estado y los gobiernos busquen soluciones “afuera” (lo que está bien), imponiendo o creando cosas nuevas, pero no aprovechen los inmensos recursos que tienen. El Estado tiene miles de pantallas, paredes, espacios y no los usa para la cultura ni para difundir a los creadores locales, el patrimonio, artesanía, etc, etc.

Inspección del Trabajo

Hace unos días fui a la Inspección del Trabajo. La larga espera se vio alivianada por las pantallas que tienen en la sala de espera. En lugar del canal de televisión abierta, estaban pasando documentales sobre el país (vi uno sobre la Patagonia y sus ovejas) intercalando breves recomendaciones de la institución. Un placer, un momento de calma, de conocimiento.

¿Por qué ese ejemplo no se hace una práctica, una política?

Trabajando en espacios públicos con comunidades locales, aprendí que lo primero es escuchar, tratar de dilucidar las verdaderas necesidades de quienes debían usar esos espacios (proceso que no es fácil, porque muchas veces los estímulos externos fijan falsas necesidades).

El segundo aprendizaje es que los proyectos se debían diseñar considerando los recursos locales, los que existían en la propia comunidad. ¿Qué oficios y habilidades tenían los vecinos? ¿Qué formas de informarse? ¿Dónde se reunían? ¿Qué lugares usaban? ¿Cuáles estaban subutilizados o abandonados? Etc, etc. Así, los recursos aportados desde fuera se “multiplicaban” con los que había en el lugar, y el resultado fue que las obras las sentieron como propias, porque no sólo se les consideró en el proyecto sino que fueron partícipes en su construcción.

Esto se puede aplicar en muchos ámbitos. También en la difusión de la cultura. Aprovechar los recursos existentes y hacer de la cultura algo cotidiano y propio. Y a un costo muy bajo.