Por Martín González Bravo
El mochilero está siempre preparado para todo. Un espíritu aventurero y la resolución de problemas son las directrices que definen el espíritu del “mochila”. Hay quienes mochilean por diferentes motivos. Algunos de ellos son poder recorrer la mayor cantidad de lugares con poco presupuesto, recurriendo al clásico “dedo” en la ruta.
Asimismo, compartir con otros viajeros y resolver de manera práctica necesidades de alojo y alimentación, son aspectos fundamentales a la hora de emprender un viaje. Mi experiencia como mochilero nace desde la fotografía independiente. Programas y documentales de la TV me entregaron la curiosidad de vivir experiencias de viaje. Probar nuevos sabores y guardar en mi memoria diferentes historias.
Me preguntaba: ¿de qué forma puedo acceder a esos idílicos paisajes?, ¿cómo conocer a la gente?, ¿cómo poder saber de sus vidas yo mismo, sin vehículo ni gran presupuesto ni una razón “de peso”? Verlo por TV no me era suficiente: quería vivirlo por mí mismo.
Mi primer viaje planificado fue Chiloé (del que me enamoraría perdidamente incluso para visitarlo año tras año). Hace algunos años me dedicaba a la fotografía de forma independiente, entonces me había propuesto poder capturar de la mejor forma todas esas sensaciones que quería materializar.
El 2014, armado con una gran mochila, dinero justo, carpa, saco y cámara en mano, emprendí mi viaje a la gran isla. Ése viaje marcaría mi primer “mochileo fotográfico”.
Concebí un viaje solitario. Un viaje para poder tener todo el tiempo del mundo. Para poder pasar largas horas caminando o esperando un atardecer por largo tiempo, o golpear la puerta de alguna casa campestre y preguntar si puedo pasar a fotografiar a sus animales y así terminar conociendo a sus integrantes.
Para mi sorpresa fui recibido por varias familias. Escuché historias y recibí un cariño sincero de cada una de las personas que conocí. Fotografié sus residencias y sus grupos familiares, y prometí en un próximo viaje, llevárselas. Desde ahí entendí cuán importante es la palabra de un fotógrafo de ruta. Al año siguiente, llevé algunas de las fotografías a los fotografiados en cocinerías, ferias costumbristas y hogares. Eso me unió fuertemente a las personas. Se me abrieron las puertas para conocer más, para poder alojarme en sus terrenos y para recibir sus consejos. De esa forma, quería sentir que esa calidez, que esas sensaciones de aventura solitaria se transmitieran hacia más personas, por lo que comencé a publicar mis imágenes.
Emprendí algunos viajes más a Pto Montt, Chiloé, Puerto Cisnes, Puerto Chacabuco, Coyhaique, Cerro Castillo, Lago General Carrera, etc. Con cada destino recorrido, cada persona conocida, yo obtenía mi propia aventura mochilera, desplazándome muchas veces a dedo, pernoctando en campings y economizando la alimentación a base de tallarines.
Como mochilero conocí muchas realidades. Me tocó ver sequías en sectores donde antes abundaba el agua, como por ejemplo el Río Simpson en Aysén, donde escuché el descontento de pobladores con respecto a quienes no cuidan el medio ambiente. Conocí relatos sobre el trabajo de la tierra y esperas del cultivo. Historias locales y consejos de sabios ancianos.
Después de muchos otros viajes, mi objetivo es publicar mis fotografías para transmitir esas sensaciones que acercan al viajero con otras personas. Y promover un mochileo introspectivo, y la idea de que sí se puede vivir una aventura especial con tu cámara y la voluntad de viajar.
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