En un pequeño templo (de menos de 40 m2) en el Noroeste de Japón, la comunidad local ha permitido por primera vez, en 300 años, exhibir arte. Es un templo en medio de un bosque, en una localidad que, en invierno, puede llegar a tener 3 metros de nieve y, en verano, temperaturas de 35°. Está ubicado en la región de “Los Alpes Japoneses”, una zona de gran belleza y de altas montañas donde solían refugiarse los samurais en invierno (de noviembre a marzo).

Emma Malig (c)
Emma Malig (c)

Y la elegida para ese privilegio, fue la artista chilena Emma Malig (Santiago, 1960), artista que estudió en París y Berlín además de hacer una residencia en Tokio. Hace años vive en Francia.

“En las montañas del noroeste de Japón, por primera vez, los habitantes de esta región han aceptado exponer una obra de arte en el Santuario de Koryu (Santuario Shinto, Dios de la Naturaleza). Vaciaron el templo y dejaron este lugar mágico de más de 300 años a mi disposición”, dice Emma Malig.

Emma Malig, que expuso el año pasado en el MAVI (Santiago), está participando en The Echigo-Tsumari Art Triennale, un importante evento al que llegan pocos artistas latinoamericanos.

En ese marco, ha realizado la instalación Atlas-Lamenti, diseñada específicamente para el sitio del Santuario de Koryu en el distrito de Nakajyo, al Noreste de Japon.

La obra Atlas-Lamenti y el lugar, el Santuario de Koryu, dialogan, se complementan, resuenan en una comunión sutil de símbolos, de poesía, para provocar una emoción profunda que la artista ha logrado al crear -con profundo respeto por el paisaje y el templo- una obra acorde con el espíritu que vive ahí.

Atlas-Lamenti son cinco esferas en movimiento que, en su rotación infinita, evocan el viaje de los migrantes, el paso de los océanos, la fragilidad de sus sueños. Una cartografia de los sin nombre, sin puerto… Una invitación a pensar -sentir, evocar- en la tragedia de tantos naufragios, errancias y migraciones forzadas.

Emma Malig (c)
Emma Malig (c)

Las esferas están hechas con fragmentos de metal, papeles, telas teñidas, palabras bordadas o grabadas. Sólo una luz al medio de las esferas va generando sombras frágiles que aparecen y desaparecen en la obra, en los muros, en el techo y suelo del templo, acompañadas, sombras y rotación por un un ligero y misterioso sonido.

En medio del bosque, en un pequeño santuario de una pequeña comunidad, rotan y dan luz diversos mundos invitando a la meditación, la reflexión y la comunión, en una amalgama de arte y espiritualidad que, por desgracia, sólo podemos ver a través de estas imágenes.

Más información del proyecto, aquí.