Nadie ha quedado indiferente frente a las noticias que nos han llegado, desde diversos establecimientos educacionales, sobre violencia escolar. Ha sido un comienzo de año atípico.

Nuestros niños y adolescentes enfrentan nuevos desafíos académicos, pero lo más importante es cómo están abordando las emociones. Para ello primero deben reconocerlas para su bienestar emocional y además para poder interactuar con sus compañeros y de esta manera propiciar un ambiente de convivencia sana que les permita un desarrollo integral.

Las emociones se tornan muy complicadas en toda la etapa escolar y se exacerban aún más en el contexto que estamos viviendo. La frustración, la tristeza, la angustia, la incertidumbre y la rabia pueden desencadenar en ellos complicaciones de índole personal y a su vez el cómo se relacionarán con sus pares y docentes.

El acoso escolar, por ejemplo, es transversal y está lamentablemente “instalado” en las escuelas de todo el mundo. Tanto la prevención como la intervención de estos actos que implican daño físico y sicológico en las víctimas, debieran forma parte indiscutiblemente de un protocolo dentro de las comunidades educativas.

El conocimiento y reconocimiento de las emociones es fundamental para evitar que los acosadores y los “espectadores”, quienes alientan al victimario o bien son indiferentes frente a estos hechos, sepan qué es la empatía y qué es sufrir en silencio.

La literatura es una muy buena opción para colocar sobre la mesa este tema para emplazar a conversar y reflexionar. La selección de libros infantiles y juveniles que abordan el bullying permitirían reconocer situaciones cotidianas que muchas veces están normalizadas, porque se les asigna una connotación totalmente errada. Burlas por condición física, social, económica o por desempeño académico, son algunas por las que los acosadores dañan.

La lectura de estos libros debe ser planificada para que, además de los estudiantes, la familia también esté involucrada y el tema sea abordado desde el hogar. Se pueden realizar conversatorios con la intervención de sicólogos, quienes pueden ahondar sobre las diversas emociones y cómo canalizar aquellas que son negativas.

Si educamos a nuestros hijos y estudiantes con valores irrenunciables como el respeto, la tolerancia y la empatía, además de brindarles herramientas que les permitan crecer con seguridad, confianza y autoestima, tal vez logremos que menos niños y jóvenes sufran y no formen parte de estadísticas que resultan tan frías, pero pertenecen a una inexcusable realidad.

Ximena Díaz Vega
Especialista en Contenidos Instituciones Educativas Zig-Zag