Blanco en blanco, El Viaje Films (c)

Blanco en blanco: Belleza visual, la brutalidad del exterminio selknam y gran rol de Alfredo Castro

21 mayo 2021 | 19:49

En la película Blanco en blanco, Pedro (Alfredo Castro) es un fotógrafo que llega a una hacienda en la Patagonía para fotografiar el matrimonio de Mister Poter, el enigmático dueño, con una ñina de 14 años. El encargo se alarga porque Mister Porter está muy ocupado y el matrimonio no tiene fecha fija. Entonces le encargan a Pedro hacer otras fotografías, unas que inmortalicen a estos hombres rudos y toscos “limpiando” esas prometedoras tierras de indígenas, asesinando selknam.

De una gran belleza, con imágenes sobrecogedoras, y una gran actuación de Alfredo Castro, Blanco en blanco muestra un ambiente agresivo, violento, en medio de una naturaleza hermosa, sobrecogedora, pero hostil. Un lugar de dominación, donde el más fuerte pone las reglas, las condiciones, dice lo que se debe hacer y decide lo que se deja de hacer.

Ambientada en la Patagonia a fines del s. XIX o principios del s. XX, en plena matanza y exterminio de los selknam, habla de una sociedad en extremo autoritaria y machista, donde sólo manda el poder, el dinero, la fuerza, fuerza bruta muchas veces.

Un ambiente donde las mujeres -las no indígenas, por supuesto- falta poco para que sólo sean decoración u objetos útiles. Las indígenas, sólo son objetos a utilizar, violar o vender, muertas muchas veces, para facilitar el traslado.


En contraposición, están las necesidades afectivas y sexuales -siempre o casi siempre insatisfechas-, las mujeres como algo anexo, secundario, y los Selknam, que deben ser útiles -como todo y todos, en ese contexto- o ser eliminados.

La cinta de Théo Court, con ambientes que atraen y sobrecogen, toma un periodo muy importante de la zona, con hechos de los que Chile no ha asumido de manera adecuada. Una matanza -de la cual el Estado fue cómplice o, al menos, encubridor- donde se eliminó un pueblo enigmático y fascinante, por la capacidad de sobrevivir en un clima tan adverso, por sus ritos, sus pinturas y sus cantos.

Esa complicidad del Estado chileno se extendió a la autorización para capturar y llevar secuestrados a indígenas a Europa para ser exhibidos en los llamados “zoológicos humanos”.

Blanco en blanco tiene la virtud de poner el tema del exterminio en forma directa, chocante en la banalización del crimen, del exterminio. La película también aporta con la belleza de sus imágenes (fotografía del canario José Alayón), la gran actuación de Alfredo Castro y una música (Jonay Armas) que aportan al ambiente, a la historia. Resulta interesante y potente cómo ese ambiente va asimilando al fotógrafo, una persona sensible y culta, a ese ambiente rudo y violento.

Blanco en blanco queda al debe con una historia -guion- un tanto desestructurada, un manejo del sentido del tiempo -o la ausencia de sentido del tiempo- que no está bien resuelto, al incorporar escenas y detalles que no aportan (como el espíritu emplumado o la indígena pintada), como dejar muchos cabos sueltos.


Queda al debe al no mostrar el sentido de la ocupación territorial y el exterminio, las motivaciones económicas vinculadas a la ganadería, detrás de la cual había grandes capitales, la mayoría extranjeros. No muestra que esa necesidad de grandes superficies para la ganadería los llevó a eliminar los camélidos que cazaban los Selknam, obligándolos a cazar ovejas para sobrevivir. En Blanco en blanco no se ve una sola oveja, ni caballos. Es posible que haya sido una apuesta del director, pero le quita sentido y posibilidad de comprensión a ese periodo tan nefasto.

En resumen, Blanco en blanco es una película que vale la pena ver, tanto por la gran actuación deAlfredo Castro, la belleza de las imágenes como para mantener presente este exterminio perpetrado en Chile por los grandes hacendados (ingleses y chilenos en su mayoría) con la complicidad del estado chileno (y argentino, al otro lado de la frontera).