Al artista sonoro Pablo Saavedra Arévalo le apasiona trabajar con fuerzas naturales cuya energía provoca sonido. Sin embargo, antes de viajar de Valparaíso a San Pedro de Atacama, trató de no generarse muchas expectativas para evitar preconcepciones y prejuicios sobre el territorio que debía explorar en tres semanas, en el marco de la residencia arte&arqueología de SACO9, Festival de Arte Contemporáneo, proceso que inició a principios de noviembre.

A pesar de su acercamiento cauto, Pablo reconoce que “el viento siempre fue una idea que estuvo ahí, desde que recibí la invitación de SACO en marzo o abril. Tenía ese concepto, pero no estaba obligado a trabajarlo. Sin embargo, al llegar a San Pedro, fue el viento el que me encontró”.

Ese viento cuya fuerza no deja escuchar, no permite ver, no deja pensar y, a veces, ni siquiera respirar. Ese viento que pronto sería fundamental en el proceso que Pablo vivió en la residencia La Tintorera para concretar la exposición que inauguró, de forma presencial y virtual, el 3 de diciembre.

Recorriendo el desierto

El artista sonoro comenzó a salir todos los días, “a la hora que el calor te permite caminar. Iba hacia el desierto o fuera del ayllu, en distintas direcciones, buscando los paisajes característicos y me fui encontrando con objetos abandonados, con ‘vestigios del futuro"”.

“Comencé a fotografiarlos, grabarlos, a observar su comportamiento al ser activados por el viento, registrándolos con grabadora y micrófonos de contacto para captar la vibración del material”, relata.

Pero luego de ese primer encuentro con el ruido, descubrió el contraste preciso en un juego de dos caras tan opuestas como hermanas.

“Me di cuenta que fuera de lo que se puede identificar en un sonido, ya sea el viento, los pájaros o vehículos, no hay nada. Es una sensación de vacío e inmensidad, de silencio absoluto. El viento se convirtió para mí en el elemento disruptivo que despierta los materiales y objetos”, apunta.

Estas fuerzas, presentes en todo momento, lo incitaron a conversar sobre este enfrentamiento entre el ruido y el silencio con las personas que conoció, entre ellos, Verónica Moreno, anfitriona de La Tintorera, espacio que por tercer año consecutivo acoge la residencia arte&arqueología de SACO.

“Yo también estoy en un aprendizaje constante con los artistas”, dice Verónica, “como pasó ahora con Pablo, pues no conocía en profundidad de qué se trataba el arte sonoro. Yo traté de aportar con mi experiencia, desde mi conocimiento de la vida en el desierto, en los ayllus y desde el trabajo social con las comunidades indígenas”.

Las visitas de vecinos, familiares y amigos, son constantes en este lugar. Pablo también recurrió a ellos para completar su investigación, encontrando mucho más de lo que buscaba: “Tuve contacto con muchas personas en la residencia, logré comprender la vida en comunidad propia de la cultura lickantantay y su herencia ancestral en donde hay colaboración, empatía, solidaridad y reciprocidad con la naturaleza y las personas”.

Pablo Saavedra

Vestigios del futuro

Después de varios días de recorrido por San Pedro y sus alrededores, el artista hizo una colección de “vestigios del futuro”: materiales con diferentes funciones, emplazados en distintos lugares,

desde alambres retorcidos, plantas vivas y muertas, señalética caminera, animitas. “Me gustó ir descubriendo esas cosas en lugares vastos y también, en espacios pequeños e íntimos”.

La idea de la exposición final se nutrió de estos procesos, pero las piezas del rompecabezas encontraron unión y sentido cuando se reunió con Helena Horta, arqueóloga y académica del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R.P. Gustavo Le Paige de la Universidad Católica del Norte en San Pedro de Atacama.

“Eso fue decisivo, pues de ese diálogo, me cuajaron varios conceptos. Ella me dijo que el viento es el elemento disruptivo del silencio, un elemento que no te deja escuchar, pensar, que a veces te impide respirar y hasta te desorienta. También hablamos de la pérdida de la lengua kunza. La etnia Lickanantay no tiene un habla propia, es un pueblo que no emite, y eso coincide con el hecho que los atacameños son observadores, reflexivos y muy callados, quizás porque todavía no quieren aceptar el idioma ajeno o no quieren comunicarse mediante una lengua extranjera”, comentó el artista.

Pablo Saavedra

Vastedad bicolor

El fruto de este proceso de investigación, con todos estos recorridos, diálogos y encuentros inesperados, se tradujo en una exposición y en un laboratorio de experiencias sonoras que desarrolló en La Tintorera el 26 de noviembre, contando con la participación de una decena de habitantes de San Pedro.

“Lo que hizo él encaja perfectamente en este espacio que es de encuentro intercultural. Aquí nos podemos conocer desde distintas miradas, valores, culturas y orígenes y así conectarnos, comprender al otro en su manera de ver la vida, de sentir, de percibir la naturaleza y el espacio donde vive” acota Verónica Moreno.

En tanto, la exposición El silencio es más fuerte que el ruido, fue montada en la Sala de Arte de Fundación Minera Escondida de San Pedro de Atacama y está disponible para el público desde el 3 de diciembre tanto de forma virtual, en www.proyectosaco.cl, como de manera presencial, respetando todas las medidas sanitarias del espacio y la autoridad sanitaria.

Se trata de una instalación basada en la estructura metálica de colchones abandonados, relacionada a un “zine” que recopila las frases de los sampedrinos que más influencia tuvieron en su trabajo, y una serie de videos de registro de los procesos de búsqueda del constante duelo entre ruido y silencio.

“La gente del lugar habla mucho de lo que guarda el desierto. Al levantar una piedra, puedes encontrar muchas capas de historia, vestigios que van desde osamentas hasta minerales, basura o insectos, y también aparecen cosas simbólicas. Me decían que el desierto y su silencio te obligaban a escucharte a ti mismo. A mí eso me pareció demasiado místico, pues yo necesito entender las cosas desde lo concreto y descubrí que cuando no hay ruido, efectivamente te escuchas a ti mismo, físicamente: se hace consciente tu respiración, puedes escuchar los latidos de tu corazón”, expresa el artista.

“Entonces, esa afirmación era cierta desde el punto de vista místico y sanatorio, pero también desde el punto de vista físico, como fenómeno de propagación del sonido. Esa sensación de vacío te ayuda a escucharte a ti mismo, y a escuchar pequeñas cosas, como granos de arena chocando contra la madera. Lo que pasa es que en la ciudad, nunca hay silencio, siempre hay un sonido más lejano que oculta ese silencio que viene del desierto”, finaliza Pablo.