A la fotógrafa Cristina Ananías Werner (Santiago de Chile, 1982), la pandemia del covid-19 la encontró viviendo en Madrid, España, como una alumna más de la Escuela de Artes Visuales Lens, donde se perfeccionaba en Creación Fotográfica y Arte Contemporáneo.

Su rutina, así como la de miles de españoles, quedó abrúptamente truncada a raíz de los efectos de la crisis sanitaria, la misma que ha dejado más de 700 mil fallecidos en el mundo y alrededor de 30 mil en el país ibérico.

"Refugio de la Pandemoa"
“Refugio de la Pandemia”..

“Nunca pensé que sería algo tan serio. Curiosamente y por esas cosas del destino, dos días antes de que cerraran Madrid y empezara el confinamiento me llamó un chico que tiene una granja a 60 kilómetros de Madrid, para que fuese a ayudarlo con sus animales y otros quehaceres del lugar”, cuenta a BioBioChile desde Granada, donde por estos días visita a su hermana.

Con la proposición a cuestas, partió a la localidad de Ambite sin saber que su estadía terminaría extendiéndose por 3 meses y que daría pie al fotolibro “Refugio de la pandemia”, un trabajo documental donde registró sus días rurales esquivando el desastre.

“Fue una experiencia bastante particular (y difícil a ratos) pero que me permitió crear y aprender mucho”, resume sobre su paso por la estancia, donde se concentró en el cuidado de los animales y la huerta.

 Refugio de la Pandemia
“Refugio de la Pandemia”

El proceso de documentación, recuerda, comenzó de inmediato: “El trabajo fotográfico (cuando eres fotógrafa/o) es parte de uno. Es a diario. Para mí, es como respirar, si no hago fotos me arrepiento, me siento incomoda”, dice Cristina, @criananias en Instagram.

“Mis labores se basaban en el cuidado de dos burritos. Alimentarlos, limpiar el establo, peinarlos. Cuidar a los perros, había que pasearlos, el invernadero y la huerta. Y otro tipo de labores esporádicas como podar, cocinar, limpiar”, cuenta.

En la granja, se mantuvo prácticamente sola. Durante el día, el hombre a cargo del lugar trabajaba en otro sitio (por eso la necesidad de contar con alguien como Cristina en casa), mientras que sus visitas al pueblo más cercano se redujeron solamente a un par de veces. El aislamiento, fue casi total.

"Refugio de la Pandemia"
“Refugio de la Pandemia”

El covid-19, sin embargo, no estaba lejos de su entorno: “La persona dueña de la granja trabaja en una residencia de adultos mayores, por lo que vivió y vio cómo las personas fallecían por covid-19”. Afortunadamente, nunca sintió síntomas: “Igual, nunca tuve miedo. Para mí no era tema”, afirma.

Al propicio, su cámara se centró en el día a día. Semanas después, comenzaron a aparecer rostros. “Caminaba con la cámara y disparaba. A diario. Lo que mutó en mi búsqueda personal, fue el de empezar a hacerme autoretratos. A modo de plasmar mi búsqueda de identidad, de grabarme en ese momento tan importante. De sentirme. De autoexpresarme”, dice.

Los días fueron pasando, y con ellos, la desesperación propia del confinamiento y las noticias sobre los estragos del nuevo coronavirus en España.

"Refugio de la Pandemoa"
“Refugio de la Pandemoa”

“Lo más difícil fue no saber cuándo iba a terminar el estado de alarma. Estar sola lejos de mi tierra. De mi gente. En un lugar que no era mi casa, donde no tenia comodidades”, cuenta la autora, quien está relacionada directamente con un referente del fútbol chileno, Leonardo “Pollo” Véliz.

“Es mi padrastro. Lleva casado con mi mamá 25 años. Lo adoro y me gusta más decir segundo papá que padrastro. Ellos viven en Reñaca. Después tengo a mi papá, que vive en Santiago, y a mi hermana mayor que está casada y tienes dos hijos. Mi hermana menor vive en España, en Granada”, dice.

Por ahora, la idea de la fotógrafa es convertir el fotolibro en una publicación impresa, pero también en una exposición. Por extraño que parezca, para la mujer detrás de Refugio de la pandemia los tres meses de su confinamiento rural están lejos de ser descritos como una experiencia traumática.

"Refugio de la Pandemia"
“Refugio de la Pandemia”

“Es la mejor primavera que he vivido hasta ahora. El contacto directo con la naturaleza. Los colores. La luz. La lluvia. El sol. Fue una explosión creativa, un renacer”, asegura.

Por lo mismo, entre sus lecciones aprendidas, no titubea: “Aprendí de la humildad. De que no necesitamos mucho para estar bien. Que la naturaleza es la mejor escuela. Que lo simple de la vida es lo más valioso y que los vínculos afectivos y las relaciones humanas son fundamentales para nutrirnos”.

“Fue una experiencia muy intensa que me hizo conectar conmigo misma. Con darme cuenta que la vida es frágil y que es ahora ya. Que la fotografía, es lo que me hace sentido en la vida y es lo que voy a hacer hasta que me muera”, agrega Cristina Ananías Werner, que ahora alista una nueva travesía por Europa, esta vez desde Mallorca.

"Refugio de la Pandemia"
“Refugio de la Pandemia”
"Refugio de la Pandemia"
“Refugio de la Pandemia”
"Refugio de la Pandemia"
“Refugio de la Pandemia”

Para más información del trabajo de Cristina Ananías Werner, esta es su página web.