Memo Garrido (Jorge García, Hugo “Hurley” Reyes en la serie Lost) es un hombre muy obeso que llega de Estados Unidos a vivir con su tío paterno en Llanquihue.

Memo viene huyendo de los recuerdos de infancia, de hechos traumáticos que lo han transformado en una persona introvertida, huraña, poco sociable y silenciosa. Un hombre ansioso que se esconde permanentemente, que vive sumido entre los sueños que no fueron, la rabia, la culpa y una incapacidad enfermiza de decir lo que siente y piensa.

Siendo niño, Memo tenía una voz privilegiada pero una personalidad y un físico que no lo acompañaban para tener éxito en la exigente -y sexualizada- industria de la música y el espectáculo de principio de los 90. Entonces, su padre llegó a un acuerdo con el productor: Memo ponía la voz y su talento mientras Ángelo, un niño apuesto y con gran dominio escénico, ponía el cuerpo, la imagen, y se llevaba todos los elogios y aplausos. Hasta que Memo provoca un dramático accidente.

Memo llega donde su tío pensando que “nadie sabe que está ahí”, pero todo cambia cuando aparece Marta (Millaray Lobos, Medea), y desencadena sucesos que lo llevarán a enfrentar su pasado.

“Nadie sabe que estoy aquí” es una película que se centra en Memo, en sus conflictos internos y en cómo ellos lo aprisionan, lo hostigan y lo doblegan, al punto de transformarse en un prófugo de sí mismo.

El filme se sustenta en una gran actuación de Jorge García, que interpreta un ser poco amable, arisco hasta generar desconfianza y rechazo pero que, en el transcurso se la película, logra generar empatía y comprensión por parte del espectador. Con escenas conmovedoras y otras claves, como la de la tina (donde muestra sus conflictos con su cuerpo), cuando agrede a su padre (mostrando su incapacidad de decir lo que siente) o cuando canta (donde finalmente busca la compañía de los músicos).

A lo anterior se suma la gran actuación de Millaray Lobos, que construye un personaje empático y querible que transmite emoción y vitalidad sin competir u opacar a Memo.

Lo anterior no oculta los problemas de “Nadie sabe que estoy aquí”, que pasan por un guión con baches, en especial con un final abrupto, condescendiente, y una dirección con descuidos que atentan contra la cinta.

El guión no logra cerrarse o centrarse en los conflictos esenciales a abrir preguntas sobre la relación entre el tío y el padre de Memo (considerando que son y viven de manera tan diferente), no se entiende cómo el tío puede vivir y trabajar solo y, al mismo tiempo, tener la propiedad donde vive (y mantenerla), la madre de Memo no existe, la reacción del protagonista luego del accidente del tío hubiese generado otro tipo de reacciones, etc, etc.

Las deficiencias en la dirección tienen relación, en especial, en las actuaciones de Luis Gnecco y Alejandro Goic, dos excelentes actores pero que no salen de sus registros, que están descontextualizados. He visto muchas veces a ambos actores en distintas actuaciones y circunstancias, y me parece que están actuando más bien de ellos mismos que interpretando roles acordes a la cinta. Y eso, a la luz de sus carreras, es un tema de dirección. Baste recordar “Carne de perro” o “Aquí no ha pasado nada”.

Nadie sabe que estoy aquí” tiene detalles que ayudan a comprender a Memo, como la escena final con los pequeños movimientos de posturas, la relación con las vestimentas (de él y de Marta), por mencionar sólo algunas. Sin embargo, la película requería de más sutileza y mejor manejo de las tensiones (A pesar de haber obtenido el premio al Mejor Director en Nuevas Narrativas del Festival de Cine de Tribeca). Tal vez una historia de estas características -con casi nula acción- fue muy demandante para un debutante Gaspar Antillo.

Se agrega el abuso de las tomas de dron que, en este caso, no sólo no aportan nada, sino que tienden a sacar de la historia con imágenes hermosas que no aportan. Vale destacar la música compuesta por Carlos Cabezas.

En resumen, una película que vale la pena ver en especial por las actuaciones de Jorge García y Millaray Lobos.