La primera película chilena post-dictadura plantea temas duros como marginalidades extremas, tráfico y consumo de drogas, la falta de expectativas y una democracia que, desde sus inicios, se plantea populista y fallida...

Con un humor ácido, el director Gonzalo Justiniano (Sussi, Amnesia, B-Happy, Cabros de mierda), en forma lúcida, alerta en 1990 de lo que será la naciente democracia:

“- Van a poner pasto
– Antes nos venían a poner palos y hoy nos vienen a poner pasto
– ¡La democracia pos loco! ¡Llegó la Democracia!”

Foto de un graffiti actual, Gonzalo Justiniano (c)
Foto de un graffiti actual, Gonzalo Justiniano (c)

A 30 años de un estreno que repercutió en la escena local, “Caluga o menta” mantiene vigencia y sigue interpelando a una sociedad desigual, donde muchos jóvenes no tienen oportunidades, con problemas de drogas y delincuencia, y las esperanzas puestas en la democracia se esfumaron desde un primer momento para algunos, al caer ésta en acciones populistas y clientelistas.

“- Cuando estaba preso tenía una esperanza: Salir pa´ fuera. Libertad.
– Sácate el casete”.

La cruda realidad planteada por la cinta (que parte con una notable escena con un grupo de personas tomando sol en un terreno baldío que queda entre los bloques de vivienda social y una carretera y es sólo tierra, sin un solo árbol), se tensiona con las ansias por disfrutar de la vida, a pesar de la precariedad material.

“Éste es el opio (la droga) del Pueblo: Te quita el hambre y te deja un poco weón”

Caluga o menta, Gonzalo Justiniano (c)
Caluga o menta, Gonzalo Justiniano (c)

Con buenas actuaciones de Mauricio Vega, Patricia Rivadeneira, Aldo Parodi y Luis Alarcón (gran escena de estos dos últimos, donde Parodi va a ofrecer sus servicios sexuales a Alarcón), “Caluga o menta” fue una señal amarga de lo que pasaba y de lo que se venía: “Nublao variando a nublao”.

“Caluga o menta” fue una señal que pocos o nadie tomó en cuenta (“y los días se llamaban lunes, martes, miércoles… con sus lunas de neoprén”), que advertía de una gran masa de jóvenes que estaban fuera del sistema (“Desde que nacinos estamos sobrando”) o son considerados sólo cuando son funcionales (“Recién se acuerdan de los locos, ahora que estamos locos”).

Un país que invita a evadir, a atontar (“La droga es lo peor, loco, oh”), para permitir la premisa (muy vigente):

“En el país de los vivos, ¡ganan los vivos!”

Vale la pena ver o volver a ver…

 Caluga o menta, Gonzalo Justiniano (c)